lunes, marzo 26, 2012

Una caricia de la brisa...

Me llama la atención el efecto que puede tener la "pachamama" en el ser humano. O al menos en mi. Volví a visitar un lugar muy especial para mi, al que no acudía desde hace mucho. Tanto, que me encontré de golpe y sorpresa con grandes edificaciones, nuevas para mi, a su alrededor. La torre Titanium y el Costanera Center se erigen imponentes hacia el Oeste, entre donde estoy y la vista a la Cordillera, símbolos ineludibles de una sociedad y ciudad presas del progreso, donde la cantidad y la velocidad son bienes altamente evaluados y deseados.

Pero bastó sólo girarme. En 180°. (...live forever,  for the moment...)

A mi espalda quedaban los titanes de vidrio y concreto. Extensos metros de verde alfombrado, con altos y silenciosos observadores naturales del tiempo me desconectaban de la urbe. Sus brazos danzantes, a veces cercanos al piso, se dejaban acariciar por la fuerte brisa, potenciada tanto por la locación (a un costado del río) como por su aerodinámica, creando casi una suerte de tubo invisible que la encausare. Y ahí, seducido por la caricia intangible (pero perceptible) me dejé llevar

Sin darme cuenta, tenía los audífonos puestos, pero sin audio. El silbido del viento se colaba entre ellos y mus oídos. Mis pies se aferraban suavemente al confortable y acogedor suelo, mis ojos se cerraban. Sin darme cuenta también, extendía mis brazos levemente, y abría mis manos. La invisible ráfaga se colaba entre mis cabellos, envolvía mi piel, y dibujaba la silueta de mus dedos al colarse entre estos, como si fueran lienzos de seda posibles de tomar. En un instante de esa caricia, se fueron bolas enredadas de pensamientos, decepciones, sorpresas no gratas y confrontaciones con la realidad. Por un instante, se me permitió ser árbol. Y la sabia Madre Naturaleza enviaba a la emisaria del viento, la brisa, a cuidar de este hijo que volvía a conectar sus cubiertas raíces, llevándose sobre su manto la pesada carga de una mente con exceso de información y procesamiento en ella. Y no conforme, liberando ese peso, también daba camino abierto a que el caudal de la emoción fluyera libremente.

Y aquí estoy. En el regazo de la emisaria, sobre la piel de la Madre, en el fluir de mi torrente afectivo. Y todo, gracias a la invitación y tierna seducción de aquella enviada a traer de vuelta a aquellas resecas y cubiertas raíces.

[Enviado desde mi Windows Phone]

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