lunes, septiembre 12, 2011

Estrella y Ángel. Reencuentro.

Por largo tiempo, la estrella que había guiado e iluminado su camino se había desaparecido del cielo. La buscó hacia donde veía la luna, hacia la constelación de Virgo, o la de Libra, o más allá, pero no podía verla. De alguna forma y en alguno de los tantos senderos y bosques, esta estrella había desaparecido. La buscó por largo tiempo; su imagen, su luz, el brillo que entregaba, su resplandor, la compañía que le hacía en cada paso, todo cuanto esa estrella simbolizaba para él se presentaban en sus recuerdos día a día, noche tras noche, mas no lograba encontrarla otra vez para apreciarla con tranquilidad. Nubes se cruzaron en el camino, y otras estrellas y constelaciones se presentaban y hacían más difícil esa búsqueda. Sin embargo, en ocasiones logró diferenciar su destello por algunos instantes, y cuando iba a observarla fijamente, esta desaparecía otra vez ante sus ojos, ya fuere por un pestañeo, o por cualquier cosa que pudiese ocurrir.

Por largo tiempo creyó haber perdido la vista de esa estrella, y gradualmente se resignaba a esa situación. Por largo tiempo selló en su interior esas emociones indescriptibles que la pérdida de su estrella le causaban. Se obligó a si mismo a continuar el camino, a pesar de no tener a su estrella guía, pues debía hacerlo si no quería quedarse perdido en medio de la nada. "A alguna parte llegaré, si mantengo el camino" se dijo muchas veces. Observó estrellas y constelaciones que guiaron nuevas rutas y caminos, sin embargo ninguno lograba devolverlo a aquel por el que transitó alguna vez y que añoraba reencontrar. 

Hasta aquel día. Hasta aquel momento. En esa cima, tras muchas bifurcaciones y habiendo escapado a duras penas de caer en un profundo acantilado. Frente a él, frente a sus ojos, estaba brillante, clara y chispeante esa misma estrella. A como diera lugar evitó cerrar los ojos, o pestañear, o lo que fuera, para no perderle de vista. Corrió con todas sus fuerzas, sin dejar de observarla. Cada forma de esa estrella se tatuaba en sus ojos redibujando esas líneas que, tras tanto tiempo sin verla, se habían desteñido en cierta forma, pero jamás desapareciendo. Corrió con locura, con todas las fuerzas que existieran en su interior, y logró llegar a un lugar donde pudo estar lo más cerca posible de su estrella. Tal y como cuando la conoció.

Algo había distinto, eso si. Algo que era extrañamente ambivalente. Le causaba un temor, pero a la vez, una tranquilidad. Era como una mezcla de luz y sombras en un mismo tiempo. Y los sellos que habían clausurado tantos recuerdos y memorias en su interior se resquebrajaron en conjunto. Se resquebrajaron y se rompieron en pedacitos. Por un lado no quería que ocurriera, mas por otro lo deseaba con todas sus fuerzas. El resquebrajamiento de esos sellos le permitió elevarse, liberar su alma y dejar su cuerpo unos instantes para poder llegar donde esta estrella, que no era otra sino su ángel. Un ángel que creyó desaparecido, y que a su vez, había sentido exactamente lo opuesto. Un ángel que vivió exactamente lo mismo que él, pero desde su lugar. Un ángel que también le había extrañado. Un ángel que también le había buscado.

Ese reencuentro fue mágico. Fue un reencuentro sin tiempo, sin espacio, sin restricciones. Fue un encuentro purificador. Fue un encuentro curador. Todo cuanto en él se señaló devolvió a dos estrellas la posibilidad de encontrarse nuevamente si se miraba al cielo, y de establecer un lazo indisoluble por tiempo, espacio o lugar.  Fue un reencuentro para no necesitar más reencuentros, pues en realidad no habría separación. No otra vez. No tras todo lo acontecido. No volvería a repetirse. De eso estaba seguro, Y no lo permitiría tampoco. 

miércoles, septiembre 07, 2011

Los Grandes Muros.

Habían pasado meses ya. En estos, diversos eventos se situaron fuera de los altos muros de ese castillo. Muchos se preguntaron quien los  habría construido y cómo, pues ante tantas hordas que se abalanzaron sobre este jamás cedieron, jamás se agrietaron, jamás mostraron signo de desgaste alguno. Primero fueron los salvajes, luego los orcos, inclusive hordas y hordas de rebeldes enardecidos. También lo hicieron aquellos que padecían las pestes más letales desatadas en el último tiempo que intentaron treparlos a como diera lugar para llegar al centro, al Rey, a que pudiera conectarse con su sufrimiento. Pero no, no hubo caso. 

Desastres naturales no fueron la excepción. Terremotos. Intensas nevazones. Tormentas con inundaciones de proporciones casi bíblicas. Los muros del castillo estuvieron rodeados de agua, inclusive casi superándolos, pero ni un ápice de humedad, moho o algo por el estilo quedó en ellos. Las hordas regresaron, algunas incluso se unieron, y lanzaron los más potentes cañonazos, cargaron las catapultas de las más pesadas y duras piedras, pero nada. La resistencia era a prueba de todo. Ni siquiera rasguños o marcas quedaban en ellos.

Los manifestantes poco a poco empezaron a rendirse. Un año pasó. Más de un año. Ya estaban dispuestos a abandonarlo todo. Jamás lograrían llegar a palacio, al trono del Rey, a mostrarles su realidad a este. El maestro Jack había hecho la construcción más perfecta jamás hecha, y con ello cumplía la tarea que le había sido asignada: proteger al Rey, a cualquier costo, de cualquier amenaza que alterase su tranquilidad.

Sin embargo, el Rey notó que algo extraño ocurría. Todo estaba demasiado calmo. Todo estaba demasiado en órden. No recibía noticias de exterior, no recibía informes. Todo parecía demasiado perfectamente hecho como para ser realmente humano. No había recibido reportes de los ejércitos que enviara a batallar, ni de las campañas a las que había decidido lanzarse, ni mucho menos de los emisarios que había enviado. Siempre alguien le respondía rápidamente que todo iba acorde a sus deseos, y rápidamente también se retiraban. 

Y no pudo más. Salió de Palacio, y se dirigió a la biblioteca. En ella, alguna vez, le fue relatado que existía un texto que contenía la fórmula para una potente sustancia que le permitiría ver más allá que lo que sus ojos podían ver. Pero ello tendría un costo muy, muy alto para si mismo. De esta forma, y sin hacer partícipe a nadie de esto, preparó la sustancia y se dirigió a los Grandes Muros. Frente a estos, sus ejércitos observaban sorprendidos su aparición y Jack, sonriente, se vanagloriaba a si mismo de su gran logro, sabiendo que el Rey estaba bajo su resguardo y su poderosa construcción. Sin embargo, el Rey bebió de una botella de un extraño color negro, que él no conocía, y ante sus ojos se reveló una cruda verdad: esos Grandes Muros, que se erguían frente a él, en realidad estaban absolutamente agrietados. Los lamentos, las tristezas, los reclamos, los llamados y la necesidad de su pueblo y los vecinos estaban estampados en él. Los ejércitos que fallaron en sus campañas, o aquellos que dieron hasta la vida por él, también. Observó una infinidad de grietas como cualquier vidrio antes de desmoronarse. Su rostro lo dijo todo. Jack quedó estupefacto ante esto, mas no comprendía que ocurría.

En sus manos, el Rey aún conservaba parte de esta poción. Se acercó a uno de sus soldados, y le ordenó entregarle su espada. Baño la hoja de esta en el oscuro elixir, y en un sólo, ágil y firme movimiento la enterró en el muro. Inicialmente este opuso resistencia, mas rápidamente la espada comenzó a atravesarlo como si estuviese cortando mantequilla. El Rey dejó la hoja incrustada en el muro, y en cuestión de segundos todos los muros comenzaron a volverse polvo, una simple gravilla. Frente a él, su sufriente pueblo quedaba ante su vista por primera vez en ya demasiado tiempo. Jack corría desesperado a intentar contener la situación, mas ya era demasiado tarde. En un segundo todo aquello que por meses y años había quedado incrustado en los  muros llegó directo a su corazón y liberó de sus ojos las más tórridas cataratas. Empatizó con cada palabra, con cada vivencia, con cada sentimiento. Y dejó salir de su corazón todo aquello que por tanto tiempo dudó y cargó, sin poder liberarlo. 

Jack se dio a la fuga. Si bien el Rey puso precio a su cabeza y la sentencia que le esperaba era la ejecución, él era muy diestro como para ser capturado, por lo que permanece prófugo hasta la fecha. Los muros quedaron ahí, en el piso. Algunos especulan que Jack volverá a levantarlos, otros dicen que será el Rey mismo quien los levante esta vez. Por ahora, sólo es seguro que el Reino tuvo la oportunidad de conectarse con Su Majestad una vez más. Y que este espera poder mantener ese contacto. Pero la historia es incierta, y sólo el tiempo la dirá.

lunes, septiembre 05, 2011

Un pequeño homenaje.

La canción la conocí en el medio más extraño en el que la podría haber conocido (el programa SQP) y por Twitter supe el nombre de la canción y quien la interpreta. Me tocó la fibra directamente, ante eso las lágrimas no tienen resistencia alguna.

Un pequeño homenaje a los 4 compatriotas que nos abandonaron este fin de semana, y aún no diré que a los otros 17 pues, aunque pequeña (y casi ínfima) aún hay alguna esperanza de tener una noticia distinta. Pero soy consciente de que es tan ínfima que casi podría darse como nula.

Pero aparte, es un pequeño homenaje, a nivel personal, a quienes han partido antes que nosotros y que tanto los extrañamos. En especial a mis viejitos lindos que tanto extraño. Los amo y los llevo siempre conmigo.

El video: "Yo te extrañaré" - Tercer Cielo.


sábado, septiembre 03, 2011

Eso que conocemos por "Vida".

Tuve, hasta hace poco más de un año atrás, la posibilidad de desempeñarme profesionalmente brindando apoyo psicológico a pacientes hospitalizados. Una experiencia nueva para mi (de aquello para lo que en general había sido formado) y que abrió en mi vida no sólo un campo laboral totalmente nuevo, muy interesante y que me sedujo inmediatamente, sino que además, en cuanto a mi percepción de la vida. Me permitiré explayarme a este respecto.

Siempre he sido de aquellos que son conocidos como "optimistas". Tratar de ver el vaso medio lleno lo más posible. Buscar las oportunidades en las experiencias. Pensar que, hasta lo peor posible, tiene un lado bueno: deja experiencia. Duele, nos hace sufrir, nos entristece, convoca a nuestras lágrimas a hacer un kamikaze recorrido desde nuestros ojos hacia el suelo, pero igual deja experiencia tras de si. Está claro que nadie es de acero ni a prueba de balas ni ultra resistente (ni siquiera los superhéroes, pues todos tienen un talón de Aquiles con el cual son vulnerables) y que tenemos el derecho a caernos y de repente verlo todo negro, pero mientras sea algo temporal y pasajero, previo a levantarse, absorber esa experiencia y crecer, madurar, aprender y fortalecernos emocional, mental y espiritualmente. Humanamente. Aún así, mi perspectiva global de la vida implicaba pensar muy en largos plazos, "tirar líneas" a futuro contando con muchos años por delante, calculando un promedio de unos 80 y soñando con unos 100 incluso, y mirando ese aspecto bien "a huevo". Hasta luego del trabajo ahí realizado.

En mi área de desempeño (psicología hospitalaria) tuve la oportunidad de conocer mucha gente. Muchas historias de vida, familias, personas distintas. Jóvenes, adultos, adulto-jóvenes, adulto-mayores. Hombres y mujeres. Personas cuyos espíritus, emociones y pensamientos iban en un rango entre aquellos con mucha fortaleza, garra y deseo de luchar, y otros que habían sido ampliamente superados por la adversidad. Algunos tranquilos, otros en aparente calma, otros directamente muy asustados, otros sólo necesitando saberse acompañados para tener fuerzas para luchar. Ancianos que observaban su vida y abrazaban el siguiente paso, ese del que se evita hablar y que, especialmente en la juventud, parece tan distante (la muerte), pero que ellos recibían en tranquilidad y paz sabiendo que ya habían entregado todo lo que tenían que entregar o vivir. Asimismo estaban también aquellos que tuvieron que partir de forma sorpresiva y por demás inesperada, con quienes un día tuve la oportunidad de compartir esperanzas y deseos, y tras un fin de semana, ya no volver a verlos más. Observar familias que se desmoronaban ante esos momentos, otras cuyos vínculos se refortalecían ante el dolor y se apoyaban firmemente. Desde un gélido frío por ausencia hasta el más cálido abrazo de agradecimiento por parte de un prácticamente perfecto extraño a otro, tan sólo por haber acompañado ese proceso y ese tiempo, y por haber compartido fuerzas o tendido una mano.

Mi paso por el hospital me llevó a replantearme la vida. En especial esos "sorpresivos" casos donde los resultados daban un giro inesperado y drástico. Y me quedó grabado a fuego: la vida es incierta. Es indeterminable en tiempo. Es "prestada". Es una oportunidad que se nos entregó para disfrutar, conocer, aprender, apoyar, aportar, ayudar, acompañar, cuidar, querer, amar, jugar, caminar, correr, respirar, etc. Puede durar décadas, inclusive un siglo, como puede durar tan sólo unos minutos. Puede terminar de la forma más inesperada que uno siquiera hubiese llegado a imaginar alguna vez. Súbita y sorpresivamente. Y sin darnos cuenta de eso, desperdiciamos mucho tiempo en peleas, en rencores, en odios, en resentimientos, en envidias, en conflictos inútiles en base a aspectos personales con los que no queremos lidiar (o no podemos, o no sabemos) y que lo encausamos hacia otro. Porque al final es más fácil. Es más fácil elegir el camino del enojo y cortar las cosas que intentar solucionarlas. Es más fácil insultar que tratar de comprender y tolerar o respetar. Es más fácil destruir que construir. Es muy típico el comentario en un funeral o un entierro: "era tan bueno/a". Y el contra-comentario: "ahora todos/as se acuerdan de él/ella, y en vida nunca le hablaron". El discurso que se lee frente al micrófono o al ataúd ya no vale, porque no se dijo en el minuto correcto. Tiene un valor simbólico, sin duda alguna, pero pudo haber tenido uno simbólico y emocional en el momento preciso. Tenemos el gran don del lenguaje con una diversidad de palabras gigantezca para expresarnos. Y no sólo en palabras, sino en cuerpo (ya vendrá un artículo de ello, pronto). Aprovechémoslo. Se nos va (y me incluyo, aún cuando intento hacer lo opuesto lo más posible) el detalle de que todos quienes nos rodean poseen una incertidumbre en su tiempo vital igual que el nuestro. Y más aún en aquellos que nos anteceden y que nos han guiado o acompañado en nuestro crecimiento de forma directa, indirecta o simplemente por haber estado físicamente (o de alguna forma) ahí. Y no lo aprovechamos y luego queda el lamentarse.

El accidente que actualmente sacude al país es clara prueba de ello. Son 21 personas de las cuales esperamos noticias, teniendo muy presente que la "lógica" nos dice que el desenlace se inclina fuertemente a un final triste y doloroso, pero la Fe no se pierde. Sin embargo, el simbolismo de la situación tiene muchísimo que ver con lo antes planteado. Con el recordar de golpe que somos mortales. Con el recordar que nuestra vida es incierta. Con el ver que, inclusive a aquellos que vemos en pantalla todos los días, que parecen tenerlo todo, éxito, fama, cariño, etc. pueden dejarnos en un pestañeo. Y eso nos asusta. Nos asusta recordar que somos mortales, pues quisiéramos tener el control de todo lo que existe en nuestro recorrido, y recordar que no se puede asusta. El punto está en no quedarse en el susto, sino actuar. Aprovechar ese recordatorio y tenerlo en mente y presente constantemente. No, no me malentiendan: tampoco es que uno tenga que estar pegado "como lapa" a todos los que queremos, o pasar las 24 horas diciéndoles cosas o halagándolos. Tampoco implica ir y hacer cuanta locura se pueda hacer o ser descuidados. Tampoco implica tener que estrujarse todo el día haciendo cosas, no hacer pausas o no tomarse espacios para descansar, para ver una película, etc. Implica valorar el tiempo que tenemos, aprovecharlo, jugarnos nuestras cartas, ser sinceros y leales con nosotros mismos y con quienes queremos, luchar por solucionar las diferencias, los malos entendidos, las peleas, y evitar caer en resentimientos u odios innecesarios. Está claro que no podemos caerle bien a todo el mundo (y viceversa) y eso está bien, pero tampoco tenemos para que cargarnos con odiosidades totalmente inútiles. Para la enemistad se necesitan dos (al menos) que quieran prender con el conflicto. Si uno lo ignora, se acaba.

Disfrutemos nuestro tiempo. Disfrutemos a los nuestros. Expresemos lo que sentimos. Disfruten las caricias, los paisajes, el aire que respiramos (aún cuando tenga smog, jaja). Disfruten los besos que reciban y los que puedan entregar. Compartan una sonrisa, tiendan una mano, compartan una palabra o un café. Bailen. Jueguen. Rompamos las rutinas con pequeños detalles. Disfruten todos esos recuerdos que construimos al aprovechar nuestro tiempo en este mundo. Lo que pase después, nadie sabe. Todo depende de la creencia de cada cual, y ni siquiera. Pero cuiden su vida, sin dejar de disfrutarla y sin dañar la vida de alguien más a propósito o con mala intención. Somos una especie: la especie humana. Los animales nos han enseñado mucho a ese respecto, y debemos aprender de ellos. De la naturaleza. De todo aquello que nos rodea.

Fuerza y un gran abrazo a todos.