miércoles, septiembre 07, 2011

Los Grandes Muros.

Habían pasado meses ya. En estos, diversos eventos se situaron fuera de los altos muros de ese castillo. Muchos se preguntaron quien los  habría construido y cómo, pues ante tantas hordas que se abalanzaron sobre este jamás cedieron, jamás se agrietaron, jamás mostraron signo de desgaste alguno. Primero fueron los salvajes, luego los orcos, inclusive hordas y hordas de rebeldes enardecidos. También lo hicieron aquellos que padecían las pestes más letales desatadas en el último tiempo que intentaron treparlos a como diera lugar para llegar al centro, al Rey, a que pudiera conectarse con su sufrimiento. Pero no, no hubo caso. 

Desastres naturales no fueron la excepción. Terremotos. Intensas nevazones. Tormentas con inundaciones de proporciones casi bíblicas. Los muros del castillo estuvieron rodeados de agua, inclusive casi superándolos, pero ni un ápice de humedad, moho o algo por el estilo quedó en ellos. Las hordas regresaron, algunas incluso se unieron, y lanzaron los más potentes cañonazos, cargaron las catapultas de las más pesadas y duras piedras, pero nada. La resistencia era a prueba de todo. Ni siquiera rasguños o marcas quedaban en ellos.

Los manifestantes poco a poco empezaron a rendirse. Un año pasó. Más de un año. Ya estaban dispuestos a abandonarlo todo. Jamás lograrían llegar a palacio, al trono del Rey, a mostrarles su realidad a este. El maestro Jack había hecho la construcción más perfecta jamás hecha, y con ello cumplía la tarea que le había sido asignada: proteger al Rey, a cualquier costo, de cualquier amenaza que alterase su tranquilidad.

Sin embargo, el Rey notó que algo extraño ocurría. Todo estaba demasiado calmo. Todo estaba demasiado en órden. No recibía noticias de exterior, no recibía informes. Todo parecía demasiado perfectamente hecho como para ser realmente humano. No había recibido reportes de los ejércitos que enviara a batallar, ni de las campañas a las que había decidido lanzarse, ni mucho menos de los emisarios que había enviado. Siempre alguien le respondía rápidamente que todo iba acorde a sus deseos, y rápidamente también se retiraban. 

Y no pudo más. Salió de Palacio, y se dirigió a la biblioteca. En ella, alguna vez, le fue relatado que existía un texto que contenía la fórmula para una potente sustancia que le permitiría ver más allá que lo que sus ojos podían ver. Pero ello tendría un costo muy, muy alto para si mismo. De esta forma, y sin hacer partícipe a nadie de esto, preparó la sustancia y se dirigió a los Grandes Muros. Frente a estos, sus ejércitos observaban sorprendidos su aparición y Jack, sonriente, se vanagloriaba a si mismo de su gran logro, sabiendo que el Rey estaba bajo su resguardo y su poderosa construcción. Sin embargo, el Rey bebió de una botella de un extraño color negro, que él no conocía, y ante sus ojos se reveló una cruda verdad: esos Grandes Muros, que se erguían frente a él, en realidad estaban absolutamente agrietados. Los lamentos, las tristezas, los reclamos, los llamados y la necesidad de su pueblo y los vecinos estaban estampados en él. Los ejércitos que fallaron en sus campañas, o aquellos que dieron hasta la vida por él, también. Observó una infinidad de grietas como cualquier vidrio antes de desmoronarse. Su rostro lo dijo todo. Jack quedó estupefacto ante esto, mas no comprendía que ocurría.

En sus manos, el Rey aún conservaba parte de esta poción. Se acercó a uno de sus soldados, y le ordenó entregarle su espada. Baño la hoja de esta en el oscuro elixir, y en un sólo, ágil y firme movimiento la enterró en el muro. Inicialmente este opuso resistencia, mas rápidamente la espada comenzó a atravesarlo como si estuviese cortando mantequilla. El Rey dejó la hoja incrustada en el muro, y en cuestión de segundos todos los muros comenzaron a volverse polvo, una simple gravilla. Frente a él, su sufriente pueblo quedaba ante su vista por primera vez en ya demasiado tiempo. Jack corría desesperado a intentar contener la situación, mas ya era demasiado tarde. En un segundo todo aquello que por meses y años había quedado incrustado en los  muros llegó directo a su corazón y liberó de sus ojos las más tórridas cataratas. Empatizó con cada palabra, con cada vivencia, con cada sentimiento. Y dejó salir de su corazón todo aquello que por tanto tiempo dudó y cargó, sin poder liberarlo. 

Jack se dio a la fuga. Si bien el Rey puso precio a su cabeza y la sentencia que le esperaba era la ejecución, él era muy diestro como para ser capturado, por lo que permanece prófugo hasta la fecha. Los muros quedaron ahí, en el piso. Algunos especulan que Jack volverá a levantarlos, otros dicen que será el Rey mismo quien los levante esta vez. Por ahora, sólo es seguro que el Reino tuvo la oportunidad de conectarse con Su Majestad una vez más. Y que este espera poder mantener ese contacto. Pero la historia es incierta, y sólo el tiempo la dirá.

3 comentarios:

  1. Me encanto... no por lo que entiendo que significa sino por la forma como lo expusiste. De hecho me hizo acordarme del caballero de la armadura oxidada...que en lugar de muros cargaba con su gran y pesada armadura no dándose cuenta que lo separaba de su familia y su entorno.
    Es de humanos quebrarse, es de humanos llorar... eso lo he aprendido después de 9 años de tratamientos con personas como tu... mas bien de tu profesión. Pero también he entendido que tu profesión no te hace intocable.
    Como siempre le digo a una amiga... uno se puede creer superheroe... pero todo superheroe tiene que tener su ayudante.
    Un abrazo bien apretado!

    que el día de mañana ese Rey entienda que quizás los muros no son necesarios... aveces es bueno que recuerde cuantos súbditos lo quieren y lo apoyan.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, mi querida MarZe. No te imaginas lo mucho que valen esas palabras para mi, no sólo porque sé que sabes el trasfondo que da orígen al relato, sino que porque también pudiste verlo más allá de eso.

    Un abrazo bien apretado para ti tambien :).

    ResponderEliminar
  3. Me gustó mucho este relato. Creo que si bien está bueno elaborarnos una coraza que nos "aisle" y nos "proteja" de las incómodas situaciones que puede depararnos el mundo, también es una realidad que la mejor forma de conocernos a nosotros mismos en un 100% es exponiéndonos a todo lo que nos rodea, más allá de nosotros mismos y de nuestro entorno (tan selecto como seguro); tanto a lo bueno como a lo malo de la vida. Jamás podremos saber cómo reaccionaríamos ante determinada situación si optamos por vivir bajo la constante sobreprotección de nuestros propios "muros". Y tras esos "muros", no solo están las cosas desagradables de la vida... también puede encontrarse nuestra felicidad. Y creo que ese Rey de noble corazón, además de con su pueblo, también se reencontró consigo mismo. Y quién sabe si a la larga, no hallará también su felicidad... Fue muy valiente en derribar sus muros :) Muy lindo leerte, como siempre. Un abrazo.

    ResponderEliminar