La noche cayó sobre la ciudad de Sillium. En los alrededores de la Fuente de la Vida, la Guardia de Palacio examinaba los cadáveres de la desafortunada caravana, y los llevaban a ser sometidos a autopsias y exámenes diversos. Asimismo, se extrajeron los tesoros que portaba el carruaje y aquellos que quedaron tirados en el suelo, entre los cuales podía apreciarse que algunos habían desaparecido. Algunos guardias inconscientes fueron llevados a tratamiento para luego ser interrogados sobre lo ocurrido, y se envió rápidamente un mensaje a la Casa Rheyke para señalarle lo acontecido. En Palacio, el furioso monarca sostenía una reunión de emergencia con su Comitiva Real.
- ¡Esto no puede estar pasando! -bufó- ¡La Casa Rheyke es uno de los sustentos esenciales de la economía Silliumena, y esta carnicería nos deja en PÉSIMOS términos ante ellos!
- Lo bueno es que entre los fallecidos no se encontraba el cuerpo de la señorita Rheyke -señaló el Ministro de Relaciones Exteriores, un jóven muchacho proveniente de una acomodada familia Silliumena. Su comentario sorprendió al resto de la comitiva, que observó cómo la furia de Su Majestad escalaba a niveles insostenibles.
- ¿Lo bueno? ¿¡LO BUENO!? ¿Pero tú eres estúpido? ¿¿¿CÓMO DEMONIOS VA A SER "LO BUENO"??? ¡¡¡Ahora algún sucio mercenario, o quizás algún clan de contrabandistas la tiene en su poder, y con ello, tendrá también a la familia Rhekye en sus manos!!! ¿¿Y si fue alguien de la ciudad de Ahlba, queriendo debilitar la confianza de los Rheyke en nosotros, ah?? ¿¿Se puede saber DÓNDE está "LO BUENO" de ello?? ¡¡Imbécil!! -bramó. El joven se quedó mudo, y agachó la mirada.
- Lo que dice el muchacho no deja de ser cierto, Su Majestad -señaló el Consejero Real, cargo considerado como la "mano derecha" del Rey- El que el cuerpo de la muchacha no se encontrara entre los fallecidos es una oportunidad. Al momento de registrarse el incidente, como Ud. sabrá, las alarmas fueron dadas en toda la ciudad, y cada posible salida (inclusive los alcantarillados) fueron fuertemente resguardados por guerreros y hechiceros. La única forma de escape posible habría sido aérea, pero dados los altos muros de la ciudad eso es humanamente imposible. El abductor de la Srta. Rheyke se encuentra aún en la ciudad, y aún tenemos posibilidades de encontrarlo antes de que esto pase a mayores.
El rostro del Rey comenzó a relajarse. Las arrugas propias del paso del tiempo sobre su persona, mezcladas con las cicatrices que acarreaba desde sus tiempos de General Comandante 1° del Ejército de Sillium comenzaban a desvanecerse y reordenarse, respectivamente. Era muy característico en él que, en sus momentos de furia, las arrugas sobrepoblaran su rostro, tornando difusas sus cicatrices, y en sus momentos de relajo dichas arrugas desaparecieran, tornándose sus cicatrices más uniformes y coloridas.
- Ese es un buen punto, Consejero. Quiero que se pongan a trabajar junto al Ministro de Materias Militares en enviar cuadrillas de Cazadores, Hechiceros y Guardias en busca del bastardo que asesinó a toda esa caravana y secuestró a la hija de Rheyke. El máximo cuidado debe ser puesto en su recuperación; pero una vez asegurado su bienestar, pueden hacer con el maldito lo que quieran -ordenó.
- Sí, Su Majestad -respondió el Consejero. La Comitiva Real se levantó y se retiró a sus respectivas labores. Rápidamente se formaron las cuadrillas pedidas por el Rey, y la ciudad fue puesta en estado de máxima alerta. Una vez resonaran las 12 campanadas del Gran Campanario, todo mercader o civil que se encontrara en las calles sería aprehendido de inmediato, sin derecho a queja. Las 12 campanadas eran el tiempo suficiente para que los ciudadanos volvieran a sus hogares o buscaran refugio en algún local o residencia cercana. Esto había causado innumerables arrestos de turistas extranjeros que no conocían dicha norma, mas también habían permitido la captura de diversos criminales en el pasado.
En otro sector de la ciudad, Arkhael se ocultaba entre algunos callejones distantes del sector del incidente. Gracias a los altos muros de la ciudad, las sombras que se producían en algunos callejones eran muy oscuras y pocos se arriesgaban a meterse en estos, salvo vagabundos, ladronzuelos y uno que otro borracho perdido, buscando dónde dormir sin ser molestado. Acomodando algunas bolsas y cajas, el Asesino construyó un lecho donde recostó a la desmayada mujer, para luego sentarse frente a ella. Su entrenamiento le había provisto de una excepcional visión nocturna, la cual le permitía aprovechar hasta el mínimo atisbo de luz para observar sus alrededores.
- ¡Estúpido! -dijo- ¿Para qué me traje a esta chica? Debí haberla matado inmediatamente. Es seguro que Palacio ahora nos debe estar buscando por todas partes. No podré salir de la ciudad con ella a cuestas, pero tampoco puedo dejarla por ahí, sabiendo que me ha visto y podría reconocerme. Creo que no me queda más alternativa que acabar con ella aquí mismo y escapar.
Empuñando una daga, observó a la indefensa mujer. Por algún motivo que no comprendía, no fue capaz de continuar con su acción.
- Demonios... ¡Que problemático se ha vuelto esto! Y yo que lo pensé como un trabajo sencillo. Me pregunto quienes serían los que atacaron la caravana. Al matón lo recuerdo claramente, estaba junto al hombre que me buscó para este trabajo pero ¿por qué quiso matarme?
- Pro...probablemente para... para que mi muerte y la de los otros quedara ráp... rápidamente establecida como un ataque Silliumeno -murmuró la joven, que oyó los pensamientos en voz alta del Asesino. Este de un salto se puso de pie y empuñó sus dagas, listo para callarla al más mínimo intento de grito o movimiento extraño.
- No te preocupes -continuó ella- no pretendo gritar. ¿En quién podría confiar? Esta ciudad se supone que era el lugar más seguro para realizar negocios, y tu mismo viste (y fuiste parte de) lo que pasó. Aún no entiendo por qué no me matas... ¿Abusarás de mi? Yo no opondré resistencia alguna... pero por favor, hazlo ya si es lo que pretendes hacer.
La desesperanza en sus palabras conmovió al asesino. Comúnmente, una víctima en esa situación luchaba, gritaba e inclusive intentaba batallar. Pero la entrega de esta mujer a un eventual fatídico destino, por un lado causaba compasión en él, a la vez que una ferviente rabia. ¿Cómo no va a luchar? ¿Cómo alguien de tan acomodada posición no va a aferrarse más a la vida, si lo ha tenido todo? ¿Que mierda está mal con esta mujer? ¿Es acaso que la vida de quienes lo tienen todo un infierno, muy distante a lo que comúnmente observamos y creemos? eran los pensamientos que cruzaban por la mente del muchacho.
- No pretendo "abusar" de ti, tampoco matarte -respondió, volviendo a enfundar sus dagas-. La verdad, no sé qué haré contigo, ni por qué te saqué de ahí. Quizás debería dejarte aquí, ahora que ya estás despierta, pero el hecho de que me hayas visto me aproblema.
- No voy a denunciarte -respondió ella-. No has hecho nada malo contra mí. Y no ganaría nada con hacerlo tampoco.
Arkhael no resistió. La parsimonia en las reacciones de ella, simplemente, lo sulfuró
- ¿¡¿Es que acaso no tienes sangre en tus venas?!? ¿¿Cómo rayos te puedes dar por vencido tan facilmen---le enrostró, levantándola cogida desde el manto y las ropas que portaba. Sin embargo, y para su sorpresa, al entrar en contacto con ella pudo notar que la joven estaba temblando, que de sus ojos las lágrimas no cesaban y que, en realidad, estaba aterrada. Un terror mezcla de impotencia, de miedo, de desilución. Lo mismo que antes viera en sus ojos, ahora podía sentirlo en su piel. Soltó sus ropas y retrocedió. La mujer comenzó a sollozar, mientras él la observaba, sin saber que hacer. De pronto, escuchó un leve sonido acercarse al callejón.
- ¡Shh! -le dijo, y se precipitó a la entrada del mismo. Acercándose rápidamente, dos Magos (cada uno con una esfera mágica de fuego en sus manos, iluminando el camino), dos Guerreros (espada en mano) y un Cazador (rastreando esencias y huellas) avanzaban en dirección al callejón. El Asesino, aprovechando las sombras, extrajo una bola de un material similar a la tierra, y la hizo rodar desde la entrada del callejón hacia lo más distante posible. La bola fue desmembrándose y desintegrándose en el camino, pero avanzando rápidamente en la dirección que fue arrojada. Una vez hecho esto, extrajo una botella con un transparente líquido, que comenzó a esparcir por el callejón hasta el lugar donde se encontraba la mujer, a quien se llevó más al fondo aún. Tapándole la boca y colocando una de sus dagas contra su cuello, observó cómo la entrada del callejón se iluminaba, producto de las esferas de fuego. Las voces de la cuadrilla hicieron eco entre los muros, por lo que se podían oír claramente a pesar de la distancia.
- El perfume de Lady Rheyke llega hasta aquí -señaló Fing, el Cazador- y la otra esencia se desvía en dirección al sur.
- ¿Sola? -preguntó Thamael, uno de los Guerreros- ¿Y Lady Rheyke?
- Puede haberla matado -respondió Fing- La esencia humana se desvanece rápidamente una vez fallece la persona. Sin embargo, tampoco percibo aroma a sangre, ni esencia de muerte.
- Puede haberla asesinado con algún veneno y haber huido con su cadáver para arrojarlo lejos y ganar tiempo -mencionó uno de los Magos, Exelas- Es lo que yo habría hecho, al menos.
- No -sentenció el otro Mago, Ishkaviel- Aquí hay algo extraño.
- ¿A qué te refieres? -preguntó Collem, el otro Guerrero- Yo no percibo nada distinto de lo habitual
- Es sencillo. Lady Rheyke usa un perfume muy particular, de producción única de la Familia Rheyke. No sería sencillo para alguien conseguir esa esencia. Creo, además, que lo que ocurrió en la Fuente fue algo que no estaba planificado de esa forma. Las formas de morir de los Guardias fueron demasiado distintas.
- También me molestaba eso -comentó Fing- pero ahora que lo mencionas, me hace sentido. Lo mismo con el estado del carruaje; era demasiado limpio para ser una simple carnicería. Si estamos en lo correcto, lo más probable es que quien escapó con Lady Rheyke sea un Asesino. Y que este quiera despistarnos...
-...pero no tuvo como replicar el perfume de Lady Rheyke en su intento -continuó Ishkaviel-.
- ¡Maldición! Debo pensar rápido, o estaré en problemas -pensó Arkhael. Extrajo otra pequeña botella de su cartuchera y comenzó a soplar hacia el cielo.
Ishkaviel se situó frente al callejón y, con su esfera de fuego frente a el, observó la impenetrable oscuridad que se situaba entre él y Arkhael.
- Entonces, ¡Hagamos salir a la rata, o saquémosla carbonizada si no lo hace! -exclamó, y con un rápido gesto, arrojó la bola de fuego al interior. Arkhael y la muchacha observaban atónitos la situación; dada la forma del callejón, la única salida posible era por el frente, y si la bola los atrapaba, su explosión cubriría el espacio en flamas, impidiéndoles intentar huir inclusive.
- ¡IDIOTA! -exclamó Exelas, y, tras murmurar algunas palabras, cinco flechas congeladas salieron disparadas rápidamente hacia la bola antes disparada, neutralizándola- ¿Y si Lady Rheyke está ahí? ¿¿La vas a carbonizar también??
- ¡Él tiene razón! -señaló Collem, sujetando al mago por la extendida muñeca- ¡Debemos ser precavidos!
- ¡Ustedes son los idiotas! -replicó Ishkaviel, soltándose del agarre del Guerrero- ¿Acaso no recuerdan que Lady Rheyke portaba un Manto de Dragheel? ¡Las fibras con las que el manto está confeccionado hacen a su portador inmune a las flamas! ¡Estamos perdiendo tiempo!
En la mano del mago, nuevamente las flamas comenzaban a condensarse creando una nueva bola de fuego. Se aprestaba a lanzarla, cuando una multitud de gatos desde el sur corrió hacia la entrada del callejón, sucios con un polvo púrpura. A su vez, una bandada de aves salió desde este, y aves y gatos comenzaron a revolotear entre ellos. Fing observó que entre las garras de uno de los animales se encontraba una cadena dorada enredada.
- Observen -señaló- este pájaro tiene una de las cadenas del tesoro Rheyke.
- ¿Y qué con eso? -respondió Ishkaviel, con el hechizo ya listo.
- Estos animales se estuvieron persiguiendo entre ellos -dijo Fing- El polvillo morado es barro de los alrededores de la Fuente.
- ¡O sea, que estos pajarracos se robaron las cadenas y el resto sólo iba detrás de su cena! -bramó Thamael- ¡Y hemos estado persiguiendo a un grupo de animales estúpidos todo este tiempo!
- Eso parece -respondió Fing-. Una vez que los pájaros huyeron hacia los cielos es imposible seguir la pista de la esencia. Y los felinos, por lo que observo, simplemente siguieron su recorrido.
- ¿Y por qué el polvo de barro? - señaló Ishkaviel
- Es evidente -replicó Exelas- Estaban en la fuente tratando de sacar peces azulinos.
- Sea lo que sea, esto ha sido una pérdida de tiempo -suspiró Collem- Volvamos al punto de inicio e investiguemos otro sector.
Ishkaviel no quedó del todo conforme. La cuadrilla comenzó a emprender su retorno, y el mago siguió observando el callejón. Arkhael lo observaba fijamente a los ojos, sin emitir sonido alguno. Cuando sus compañeros se alejaron, el mago conjuró una pequeña bola de fuego que arrojó hacia los gatos y las aves frente al callejón, que rápidamente se dispersaron. Dio media vuelta y se fue rumbo a sus compañeros, mientras la bola de fuego atravesaba el callejón. Corriendo hacia ella, Arkhael desenvainó sus dagas y con una serie de rápidos cortes pudo apagar la enemiga flama.
- Eso estuvo demasiado cerca -suspiró- Si hubiera detenido la primera bola de fuego, habrían sabido que estábamos aquí dentro. Afortunadamente aún me quedaba Esencia de los Pantanos, tan atractiva para los animales de esta zona. Pero es seguro que vuelvan otros por aquí y el truco no funcionará dos veces.
- ¿Qué harás entonces? -preguntó la mujer.
- No puedo arriesgarme a dejarte acá -replicó Arkhael- Ahora qué sé que portas un manto de Dragheel, me eres más útil aún. Claro está, si yo portara el manto atraería demasiada atención de fuera, por lo que tendrás que ser mi escudo humano hasta que logre alejarme lo suficiente de esta ciudad y que las cosas se calmen. Las ciudades vecinas aún deben ser ignorantes de lo que aquí ocurrió, por lo que la estrategia más segura será escapar a la ciudad costera de Hylia.
- Pero las entradas están protegidas y resguardadas...
- No saldremos por la entrada -sonrió el Asesino- Que esta cuadrilla haya desechado esta zona nos dará suficiente tiempo para escapar escalando los muros. La luna de hoy también favorece la oscuridad, por lo que no seremos vistos. Lo siento, pero no tienes más opción que venir conmigo.
Arkhael trepó rápidamente por los muros del callejón y observó el lugar. Recogiendo algunas cuerdas utilizadas en las cercanías, más algunas basuras y otros que podían ser utilizados como cuerdas, subió a la mujer hasta los techos y luego bajó con ella fuera de la ciudad. Sin embargo, algo le molestaba.
- Esta mujer, sin duda alguna, lleva un manto de gran valor -pensó- pero no hay forma que sea un Manto de Dragheel. Los pocos que aún existen están fuertemente resguardados por su valor militar, y ni siquiera el poder económico de la Familia Rheyke podría asirse de uno de ellos. Sólo los Líderes del Gremio de los Asesinos y de los Magos, así como los que pertenecimos a la Órden de los Oscuros conocemos el paradero de estos Mantos y su desaparición. ¿Cómo pudo entonces ese mago exponerse a la situación de efectivamente asesinar a esta mujer? Ese tipo sabe más de lo que aparenta.
Con la luna situándose sobre Sillium, Arkhael y la mujer Rheyke emprendieron camino hacia la ciudad porteña de Hylia.
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