lunes, abril 30, 2012

La Historia de una Sombra - Cáp. III

Una gélida brisa acariciaba las llanuras que separaban Sillium de Hylia. En su interior, las cuadrillas seguían en busca de la desaparecida integrante de la familia Rheyke, sin mayores resultados. Gradualmente los ciudadanos iban enterándose de lo ocurrido, y las malas noticias llegaban ya a las tierras de la Familia. Arkhael y Lady Rheyke atravesaban largos pastizales rumbo a Hylia, amparados por la oscuridad de la noche. Poco a poco la mujer comenzaba a recuperar sus fuerzas tras el ataque; sin embargo, distaban mucho de la condición física del asesino, por lo que debían realizar detenciones para descansar cada ciertas distancias recorridas. En el horizonte ya podía observarse claramente el Faro Negro, simbólico de la ciudad de Hylia. Muchos marineros y navegantes relataron que, literalmente, era como ver "una luz al final del túnel" en las noches más oscuras. Parecía como una esfera luminosa flotante en el medio del oscuro manto de las noches de nula o poca luna.

-Pronto llegaremos al puerto. Descansa hasta que sientas que tus fuerzas se han recuperado y come algo. Considerando la hora y el tiempo desde que salimos de la ciudad, el próximo trayecto deberá ser sin detenciones, o no llegaremos a tiempo para poder entrar sin mayores problemas -comentó Arkhael.
-No te preocupes -respondió Lady Rheyke- yo estoy bien. El aire fresco y la actividad física me han ayudado mucho. Lamento estar deteniendo tu camino...
-No es problema, Señorita. Aún podemos llegar a tiempo a nuestro objetivo, sin tener que rendir mayores explicaciones. No he visto patrullajes o señales de peligro alguno en los alrededores. Al parecer aún no se han dado cuenta de que ya no se encuentra en la ciudad.

La mujer miró al asesino mientras este observaba los alrededores.

-Ayla -dijo-. Llámame Ayla. Por favor.

Arkhael observó por un instante a la mujer. El miedo que antes observara en sus ojos había dado paso a una mirada de tranquilidad y confianza bastante inusual, dada la situación. Aún así, le agradó el conocer el nombre de la muchacha.

-Está bien, Ayla -respondió.

Mientras la joven terminaba de recuperarse, continuó observando al joven a su lado. Los pardos ojos de este parecían observar algo mucho más allá de lo que ella podía ver, aparentemente, a pesar de estar en el medio de oscuros parajes y a la mitad de la noche. Sin embargo, algo le pareció extraño de repente, al observarle. No reconoció de buenas a primeras que era, pero algo se veía distinto en él. 

-Debemos continuar. El tiempo apremia.
-Está bien, vamos entonces. Ya me encuentro bien.

El asesino extendió una mano a la joven para ayudarla a levantarse. Mientras se ponía de pie, Arkhael sorpresivamente la tiró rápidamente hacia él, y con ella apoyada contra su pecho, se lanzó al suelo. Sin entender que ocurría, la joven cerró los ojos instintivamente por un instante; al abrirlos, observó un destello anaranjado pasar sobre ellos, perdiéndose en el horizonte. Al mismo tiempo, vio que los azules cabellos del asesino se encontraban desatados y la punta de algunos algo quemados, al igual que una de las puntas de la escarlata bufanda que vestía. 

-Como lo pensé -escucho Ayla, de una voz que no reconoció-. Ese no es un Manto de Dragheel, y tu lo sabías. Pero no entiendo, ¿por qué entonces mandaron a esta mujer? Y también, ¿por qué la estás protegiendo? A estas alturas ya debes de haberte dado cuenta tu también, Asesino.
-Ya me parecía sospechoso que un Mago elegido para cuadrillas de búsqueda de esta índole no supiera diferenciar un Manto de Dragheel de una imitación. Bajé la guardia demasiado pronto, al parecer. Esa bola de fuego era una marca, ¿no?
-Así es. Sabía que estaban ahí, y sabía que no dejarías que la bola los alcanzara. Seguir el rastro de mi esencia mágica fue algo sencillo. Y tu, al parecer, estabas demasiado ocupado velando por el cuidado de esta muchachita, como para darte cuenta de mi presencia. 

Ayla observó al misterioso atacante. Una flama azulina en sus manos revelaba un rostro que se le hizo familiar. Ishkaviel, el Mago que los había rastreado junto a una cuadrilla se encontraba frente a ellos. Con un gesto, la flama salió despedida hacia el cielo y explotó como un fuego de artificio.

-No pasará mucho tiempo antes que lleguen mis compañeros -dijo Ishkaviel-. Sin embargo, dudo que sea mucho lo que tengan que hacer, salvo escoltar a esta mujer de vuelta a Palacio. 
-Pareces muy seguro de ti mismo, hechicero. No me subestimes -replicó Arkhael. A su vez, comenzó a dar una serie de suaves pasos de un lado a otro, y su imagen comenzó a diluirse entre las sombras.
-Ese truco ya lo había visto, Asesino. No funcionará esta vez.

El mago, de verdes cabellos y larga barba, vestía una túnica de un color arena con dibujos azulinos. En sus brazos y su cuello, largas cadenas de brillantes piedras de diversos colores colgaban, enrolladas. Clavó frente a él un cetro coronado con una gran piedra púrpura, y los suelos se tornaron blandos y pantanosos a su alrededor; luego, extrajo dos piedras azules de cada una de sus muñecas y las empuñó en sus manos, al tiempo que murmuraba unas palabras. Las piedras se tornaron en dos flamas azules, que salieron despedidas dibujando una serie de círculos alrededor de Arkhael, Ayla e Ishkaviel, encerrándolos dentro de estos. La oscuridad de la noche se desvanecía ante las largas columnas de fuego que rodeaban el lugar, y la difusa imagen del asesino rápidamente volvió a tornarse clara.

-Observé tus trucos cuando te acercaste a la caravana en Sillium. Debo decir que me sorprendiste. Sin embargo, también me fue clara la forma de contrarrestarlo. Estás a mi merced, muchacho.
-Entonces vamos a tener que hacer esto a la manera antigua -respondió, y extrayendo rápidamente sus dagas, se abalanzó sobre el hechicero, aunque su velocidad disminuyó significativamente al pisar el pantanoso suelo alrededor del cetro..Este extrajo el objeto del suelo y bloqueó los golpes que el asesino lanzaba, al tiempo que conjuraba una nueva bola de fuego que se emanaba desde la piedra púrpura, y que Arkhael apenas y logró bloquear cuando fue lanzada hacia él. Ayla observó como el asesino era bombaredeado por diversas bolas de fuego, de distintos colores, que con gran agilidad lograba esquivar, pero que gradualmente se acercaban más y más a él. Finalmente, vió como este fue despedido largos metros hacia atrás tras bloquear una seguidilla de tres de estas, quedando a escasa distancia del primer muro de flamas azules que los rodeaba, y con algunas quemaduras evidentes en el rostro y sus ropas. 

-Maldición -murmuró el asesino- estoy perdiendo demasiado tiempo en esto. Si la cuadrilla llega, no habrá forma de que podamos escapar de aquí...

Ayla seguía observando fijamente a Arkhael. No conseguía aún recordar qué era lo que le parecía distinto en él, pero algo le molestaba. Le parecía ridículo estar pensando en algo así en un momento así, pero algo en su interior no dejaba de recordar esa diferencia que le parecía percibir.

-...creo que no me queda alternativa. -continuó, y comenzó a soltar los vendajes de sus brazos. 
-¡El tatuaje! -exclamó Ayla- ¡El tatuaje ya no está! ¡Y tus ojos son de diferente color!

El Asesino cerró los ojos. Los sueltos vendajes dejaban al desnudo sus brazos, mientras se enredaban en las dagas que aún sujetaba en sus manos. 

-¿Tatuaje? ¿De qué estás hablando? -respondió Ishkaviel mientras conjuraba nuevas flamas para continuar su ataque. De pronto, se detuvo en seco. Comenzó a sentir un sorpresivo frío en los alrededores, a pesar de los muros de fuego que los rodeaban. Ayla también comenzó a sentir mucho frío, y notó que podía observar el vapor salir de sus labios al respirar. Ambos dirigieron instintivamente la mirada hacia el joven asesino, que murmuraba suavemente algunas palabras.

"Dioses, Padres de los cuatro Grandes Elementos,
elementales Hijos, fruto de vuestra unión,
aquí y ahora invoco vuestra presencia.
Fuertes vientos, torrentosos caudales,
en nombre de la Princesa Blanca los conjuro yo..."

-No puede ser... ¿¡Una Sombra!? -exclamó Ishkaviel. Ayla notó que el hechicero retrocedió unos pasos, mientras conjuraba cada vez más frenéticamente nuevas bolas de fuego en sus manos y a su alrededor. Al mismo tiempo, los vendajes en los brazos de Arkhael se llenaban rápidamente de distintas runas, en un brillante color turquesa, hasta alcanzar sus dagas. En el brazo izquierdo, nuevamente un tatuaje tomaba lugar, en la medida que las runas se dibujaban a través de los vendajes. Era algo difícil de describir; parecía el cuerpo de un Skylar, un Dragón de cuatro pies, extensas alas, larga cola y cuya cabeza se caracterizaba por la "barba" que parecía tener. Sin embargo, en el tatuaje ni las alas, ni las patas, ni la cola eran visibles. Sólo el cuerpo y la cabeza. El Asesino empuñó una de sus dagas, y la alzó al cielo.

"Cristales eternos, dancen sobre el viento,
a este sitio les invoco yo;
¡y de blanco manto cubran suelo y aire,
así como todo cuanto a nuestro alrededor!

Arkhael abrió los ojos, y tanto Ayla como Ishkaviel observaron como su ojo izquierdo se tornaba de pardo a un celeste claro, casi blanquecino. Arrojó la daga amarrada al vendaje al suelo frente a él, y al momento de clavarse en este, una ventisca de nieve se desató desde el arma, cubriendo el suelo y apagando rápidamente los muros de fuego que les rodeaban, así como congelando el pantano frente al mago. Este, desesperado, comenzó a arrojar sus conjuros hacia el asesino, pero las flamas eran absorvidas por la ventisca y se desvanecían antes de, siquiera, llegar a pensar en acercarse a su objetivo. Quitándose una de las cadenas de sus muñecas, el hechicero conjuró una espiral de flamas que lo rodearon; sin embargo, la ventisca rápidamente congeló las piedras, que cayeron pesadamente al suelo. Viendo la inutilidad de sus conjuros, el mago comenzó a escapar.

-¡Lo lograste! ¡No sé cómo lo hiciste, pero estamos a salvo! -exclamó Ayla. Sin embargo, Arkhael aún continuaba concentrado en su conjuro. La chica observó como el otro ojo del asesino comenzaba a teñirse del mismo celeste blanquecino del otro. En el tatuaje, las alas del Skylar comenzaban a hacerse presentes.

"Lanzas guardianas, eternas guerreras, 
su presencia invoco acá;
¡al enemigo que atenta contra mi vida,
ajusticiad de inmediato, sin piedad!"

El joven alzó la daga sobre su cabeza, y dando un leve giro con el brazo la arrojó hacia el hechicero. Este, que sintió la esencia mágica en su espalda dio un giro, y arrojando tres piedras rojas, conjuró un muro de piedra en el que la daga quedó incrustada, cayendo al piso frente a él. Sonriendo victorioso de haber bloqueado el ataque del Asesino, y viendo que la ventisca comenzaba a amainar, el hechicero volvió a alzar su cetro y a prepararse para conjurar un nuevo hechizo. De reojo, sin embargo, observó la aterrorizada expresión de Ayla, mas era demasiado tarde para reaccionar. Sorpresivamente, sintió un intenso frío en sus muslos, muñecas y cuello, y no pudo moverse más. Con dificultad bajó la vista y observó como una serie de estacas de hielo se habían emanado desde la daga que antes había bloqueado y ahora habían atravesado sus piernas, brazos y cuello. El frío de las estacas adormecía sus músculos impidiéndole sentir dolor, a pesar que de estos la sangre emanaba como un manantial. Arkhael recogió su otra daga, se acercó al hechicero y le dió el golpe de gracia, tras el cual las estacas de hielo desaparecieron y lo dejaron caer, agonizante.

-S...S... S... Sombra... Pe....ro cómo... Ustedes fueron...
-No, no fuimos -sentenció Arkhael. La última puñalada había dejado una porción de veneno en el pecho del hechicero, que finalmente daba su último respiro. Dándole la espalda se dirigió hacia Ayla nuevamente. La mujer se encontraba sin habla.

-Ponte de pie -dijo él- debemos continuar nuestro rumbo. La cuadrilla no tardará en llegar y nuestra mejor oportunidad es escondernos en Hylia mientras la noche perdura. Tu irás adelante, yo iré cuidando nuestra huida.

La mujer se puso de pie y comenzó a correr en dirección a Hylia. Arkhael volvió a amarrar sus cabellos, y siguió los pasos de la chica. Unos kilómetros más allá, la cuadrilla se acercaba en dirección al lugar donde Ishkaviel yacía, sin saber con lo que se encontrarían.

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