jueves, abril 05, 2012

La Historia de una Sombra - Cáp. I

Faltaba poco para el atardecer. En las calles, y sobre los adoquines, los comerciantes intentaban vender sus mercancías restantes antes de cerrar la jornada. La ciudad de Sillium se caracterizaba por ser una ciudad de gran comercio y atraer a viajeros y mercaderes de todos los rincones del continente. Su arquitectura clásica, mezcla de piedra con ladrillo, habían mantenido sus construcciones sin cambios a lo largo de las décadas, pareciendo a ratos una ciudad "perdida en el tiempo", considerando las inclemencias naturales que habían arrasado con las ciudades vecinas que lentamente se habían vuelto a levantar, mientras que Sillium seguía "sin rasguño alguno".

Por la avenida principal una larga caravana, seguida por un refinado carruaje, se abrían paso tras haber realizado diversas negociaciones. Las cortinas que cubrían las ventanas de la caravana no permitían ver a quienes se encontraban dentro de esta. Tampoco era posible verlos realizando las compras pues quienes negociaban eran los sirvientes que acompañaban la caravana, pero estos eran asesorados y ordenados por los miembros de la familia Rheyke desde el interior de la misma. La identidad de los miembros de esta familia se había reservado férreamente a lo largo de los últimos años, pues habían sido objeto de variados intentos de asesinato, por parte de otras familias mercantes celosas de su patrimonio y su capacidad para negociar.

En la entrada de los callejones, justo al costado de un negocio de frutas, un esbelto joven se apoyaba sobre el muro. Sus largos y trenzados cabellos azulados se mezclaban con un oscuro y también largo pañuelo carmesí, que asemejaba a ratos una bufanda, cayendo largamente tras su espalda y cubriendo la mitad de su rostro, solamente dejando a la vista sus ojos, uno azul y el otro pardo. Su ropaje, de un púrpura claro, bien ceñido a su figura, dejaba entrever las placas de metal que se encontraban tras los ajustados géneros en forma de vendajes, aunque algo rasgados e inclusive gastados.. Sus brazos sólo eran cubiertos por unos vendajes en los bíceps, y por unos guantes púrpura, tan ceñidos como el ropaje. Destacaba en su brazo izquierdo un tatuaje, que si bien se encontraba cubierto por el vendaje, dejaba entrever una figura con una larga y puntuda cola. En sus piernas, Arkhael vestía unas negras calzas, y acompañadas de unas botas púrpura como su vestir, que le cubrían hasta las canillas, las cuales eran también protegidas por láminas metálicas ocultas en el calzado. En su cinto y hacia su espalda, dos afiladas dagas envainadas descansaban, y en sus flancos, dos pequeñas cartucheras parecían estar llenas o de monedas o de algo más. El hombre observaba desde su lugar el paso de las caravanas, mientras silbaba una suave tonada.

El sol comenzó a descender. Tras pasar por detrás del Gran Campanario, al norte de la ciudad, la sombra proyectada por este marcaría la última media hora cual reloj de sol gigante, antes de la caída de la noche. En este proceso, la sombra recorría la mitad sur de la ciudad, gradualmente, comenzando su ensombrecimiento en Palacio, continuando en la Gran Avenida Mercantil, y terminando en la Fuente de la Vida. Dicho espectáculo era gratamente esperado a diario por todos los Silliumenos, pues simbolizaba el término de otra productiva jornada y el momento en que el mundo llamaba al descanso, para la jornada por venir.Palacio hacía encender las luces de sus jardines y de la fachada del castillo, mientras la caravana de la familia Rheyke comenzaba a dar la vuelta hacia la Fuente. 

Desde el segundo piso de la Residencial Central, un hombre observaba a la caravana avanzar. No perdía detalle alguno de los movimientos de los sirvientes y del conductor del carruaje. Observaba claramente a la decena de guardias que caminaban frente y tras el carruaje (cuatro al frente, cuatro atrás, y uno al costado de cada puerta), y a los dos Asesinos que acompañaban al conductor. La familia Rheyke no escatimaba en gastos a la hora de protegerse, y esto hasta ahora les había permitido continuar con vida. 

Hasta ahora.

Cuando la sombra del Gran Campanario se situó sobre la Avenida, Arkhael se mezcló entre las sombras y rápidamente se tornó "invisible". Mezclado entre la muchedumbre, con pisadas que no resonaban en los suelos, y con una agilidad propia de quien sigue los caminos de la muerte, raudamente se fue aproximando a la caravana. Había estudiado metódicamente los tiempos y lugares por los que tendría que pasar la caravana, y había identificado un punto ciego en que la Guardia Real no tenía visibilidad del paso de esta, y en que su presencia tampoco podría ser percibida. En ese instante, tendría la oportunidad de acabar con los guardias que protegían la caravana en su retaguardia y acabar con uno de los asesinos, mientras la sorpresa del momento confundía a los otros guardias y al otro asesino. En ese mismo lapso de tiempo, podría escabullirse dentro de la caravana, asesinar a los Rheyke, y dejar sólo a uno que ahuyentara al resto de los guardias del lugar, con una falsa pista.

-No es nada personal, Rheyks -pensó- pero para esto me pagaron. Además, ya tantos años de vida tampoco les quedan. Al menos ayudarán a un ciudadano a subsistir con su partida. Prometo hacerlo rápido e indoloro.

Pero no era el único que había estudiado la zona. El hombre desde la ventana se cubría con un encapuchado y largo manto, para luego bajar raudamente por las escalas hasta el frontis de la Residencial. Justo en el minuto en que salía, una sombra -Arkhael- pasaba frente a él, sin reparar en el misterioso personaje. El hombre comenzó a hacer juegos con una de las lámparas de la calle, haciendo parpadear la luz de esta, y Arkhael finalmente se apegaba tras la sombra de la caravana.

- Me corre un frio por la espalda... -comentó uno de los guardias
- Pensaba en lo mismo. Lo bueno es que ya estamos por salir -replicaba otro.
- Si hubiera sabido que estos burguesitos iban a ser una tarea tan peligrosa, me quedaba trabajando en el circo... ¡Los Dragones de pantano son menos peligrosos que cuidar a estos! -exclamó otro más. Sus compañeros reían.
- .....! - La respuesta del 4to guardia se vió súbitamente silenciada antes de iniciarse. Arkhael extrajo una aguja envenenada de una de sus cartucheras y la clavó en el cuello del guardia, directo en la arteria. El veneno tuvo un efecto paralizante inmediato, y el cuerpo del asaltado era dejado en el piso, silenciosamente. La sombra del Gran Campanario comenzaba a situarse tras la caravana, y el bulto quedaría cubierto por la oscuridad antes que alguien pudiera notarlo. Rápidamente dio un paso hacia el costado, y extrayendo una de sus dagas, cubrió fuertemente la boca del guardia del otro extremo, para luego cortar el reverso de sus rodillas, hacerlo caer a piso y luego noquearlo con un fuerte golpe a la nuca. 

- ¿Compañero, me pasas la cantimplora? Muero de sed -dijo uno de los guardias restantes. Al notar que no hubo respuesta, volvió a preguntar: ¿Compañero?

Fueron menos de dos segundos los que transcurrieron entre que el guardia giró la mirada al costado buscando a su compañero, y que (tanto él como el guardia restante) sintieran sus gargantas enmudecidas por el doloroso frío de las dagas de Arkhael, seguido de un ardor que entumecía sus cuerpos y que, finalmente, tornaba todo borroso, hasta finalmente acallarse sonidos, olores, sensaciones. Arkhael sostenía los cuerpos de ambos y, lentamente, los dejaba en el piso. A pesar de su delgada y ágil figura, el muchacho tenía una gran fuerza, la necesaria para su profesión.

-Listo, sólo faltan el guardia de la puerta y el mercenario, y estará todo list---

Arkhael vió una sombra aparecer repentinamente frente a él. Dada la velocidad con la que se movían debió saltar para evadirla, y ahí notó que la sombra era el guardia restante.

- ¿Pero qué...? -exclamó.

Un fuerte alarido se oyó desde el frente, y la caravana se detuvo en seco. El asesino cercano a Arkhael se bajaba del carruaje, dando la espalda a Arkhael, y se dirigía rápidamente hacia donde se había oído el alarido. "No sé que rayos estará pasando aquí" -pensó- "pero voy a aprovechar la oportunidad". Raudamente se acercó a la puerta lateral del carruaje mientras los alaridos, los gritos de dolor y el olor a sangre se intensificaban, y finalmente las alarmas de Palacio se hacían sonar. 

-Mierda -exclamó- debo apresurarme.

Rápidamente se metió al carruaje, daga en mano. Para su sorpresa, sólo había una persona dentro del mismo, también cubierta de un manto y una capucha, con el escudo de la familia Rheyke bordado en el pecho. Arkhael se preparó a asestar su golpe y tomar el bordado como recompensa, cuando notó que había otra presencia en el carro. Apenas logrando evadir el sorpresivo ataque, observó como un hacha se clavaba en el asiento a su lado. Una mezcla de dientes dorados y amarillentos, un aliento a alcohol y una carcajada se abrían paso en la poca luz que aún llegaba al carruaje. 

- Te estaba esperando, Asesino.
- ¿Tú? Le dije a tu jefe que el trabajo estaría listo esta noche, ¿qué demonios haces aquí?
- Eres muy estúpido, ¿no? o ¿no entendiste que parte del trabajo, es que TU TAMBIÉN TE MURIERAS?

El hacha nuevamente se levantó, y Arkhael logró evadirla apegándose al piso, mientras su rival la agitaba de lado a lado, quedando esta vez clavada en la puerta. Sacando su otra daga, lanzó una estocada mortal a su rival, la que fue bloqueada por el metálico guante que este portaba, haciendo que algunas chispas salieran producto del impacto. La figura Rheyke se mantenía estática en un rincón paralizada del miedo, temerosa por su vida. Nuevamente, el hacha se desclavaba de la puerta y nuevamente se lanzaba en busca de la sangre de su objetivo, quien nuevamente conseguía evadirla, pero sintiendo cómo el aire se cortaba tras el paso de la misma. Afuera, el sonido de las pesadas botas metálicas de la Guardia de Palacio comenzaban a resonar entre las calles que llevaban hacia la Fuente de la Vida. Arkhael sabía que enfrentarse a la Guardia sería una tarea demasiado difícil, considerando la situación en la que se encontraba, por lo que la única alternativa que tenía era terminar el combate luego, o escapar de ahí a la brevedad. Antes que nuevamente se lanzara contra él, el asesino se quitó su pañuelo y lo arrojó a su adversario, el cual lo atajó con su mano libre. Arkhael lanzó una estocada que fue fácilmente evadida por este, quien luego le asestó un puñetazo que arrojó al asesino de vuelta al asiento.

-¿Pensaste que un truco tan básico te iba a funcionar conmigo? ¡IDIOTA! ¡MUER--!

Arkhael sonrió. Para sorpresa de su enemigo, su hacha ya no poseía la hoja, y ahora era sólo un pedazo de madera inútil. En algún momento que él jamás comprendería, Arkhael había cortado la madera mientras recibía el puñetazo antes dado por él. Y esos segundos de sorpresa bastaron para que la envenenada daga se infiltrara en 5 puntos vitales y acabara con la vida del desgraciado. El asesino recogió su pañuelo y rápidamente lo vistió nuevamente, a la par que envainó sus dagas y se aprestó a extraer otra de sus envenenadas agujas para terminar la labor.

- Lo siento -dijo- no es nada personal. Ahora y tras lo ocurrido en realidad no quisiera matarte, pero has visto mi rostro, y eso no lo puedo permitir. 

Por uno de los quebrados vidrios del carruaje, entró una fuerte ventolera que descubrió la capucha que cubría el rostro del paralizado Rheyke. Para sorpresa de Arkhael, su objetivo era una mujer, de azules ojos, oscuros cabellos ondulados y piel trigueña, de no más de 18 a 20 años, muy distante de algún viejo aristócrata o algún despiadado hombre de negocios como él esperaba. En sus ojos, el asesino observó el temor a la muerte, en su más pura esencia. Había visto esa mirada tantas veces, pero algo había distinto. Por primera vez, no veía ojos sanguinarios, o teñidos de corrupción, o de maldad, o de engaño. Por primera vez veía solamente una mirada transparente como agua. Como de alguien que no conocía lo que eran los bajos mundos o los negros mercados donde él era contratado. 

Y titubeó. La mujer tampoco gritó ni intentó hacer nada, y -quizás presa del pánico- se desmayó. Las pisadas y las lanzas de la Guardia estaban ya a punto de alcanzarlos. Arkhael recordó las palabras dichas por su ahora fallecido rival, y temió que alguna otra emboscada lo esperase fuera, por lo que decidió llevarse a la mujer como una suerte de "seguro de vida". Saliendo del carruaje y con ella en brazos, se escabulló nuevamente entre las sombras y desapareció entre los callejones, mientras la Guardia llegaba a constatar la matanza de la que había sido víctima la caravana.


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