lunes, abril 30, 2012

La Historia de una Sombra - Cáp. III

Una gélida brisa acariciaba las llanuras que separaban Sillium de Hylia. En su interior, las cuadrillas seguían en busca de la desaparecida integrante de la familia Rheyke, sin mayores resultados. Gradualmente los ciudadanos iban enterándose de lo ocurrido, y las malas noticias llegaban ya a las tierras de la Familia. Arkhael y Lady Rheyke atravesaban largos pastizales rumbo a Hylia, amparados por la oscuridad de la noche. Poco a poco la mujer comenzaba a recuperar sus fuerzas tras el ataque; sin embargo, distaban mucho de la condición física del asesino, por lo que debían realizar detenciones para descansar cada ciertas distancias recorridas. En el horizonte ya podía observarse claramente el Faro Negro, simbólico de la ciudad de Hylia. Muchos marineros y navegantes relataron que, literalmente, era como ver "una luz al final del túnel" en las noches más oscuras. Parecía como una esfera luminosa flotante en el medio del oscuro manto de las noches de nula o poca luna.

-Pronto llegaremos al puerto. Descansa hasta que sientas que tus fuerzas se han recuperado y come algo. Considerando la hora y el tiempo desde que salimos de la ciudad, el próximo trayecto deberá ser sin detenciones, o no llegaremos a tiempo para poder entrar sin mayores problemas -comentó Arkhael.
-No te preocupes -respondió Lady Rheyke- yo estoy bien. El aire fresco y la actividad física me han ayudado mucho. Lamento estar deteniendo tu camino...
-No es problema, Señorita. Aún podemos llegar a tiempo a nuestro objetivo, sin tener que rendir mayores explicaciones. No he visto patrullajes o señales de peligro alguno en los alrededores. Al parecer aún no se han dado cuenta de que ya no se encuentra en la ciudad.

La mujer miró al asesino mientras este observaba los alrededores.

-Ayla -dijo-. Llámame Ayla. Por favor.

Arkhael observó por un instante a la mujer. El miedo que antes observara en sus ojos había dado paso a una mirada de tranquilidad y confianza bastante inusual, dada la situación. Aún así, le agradó el conocer el nombre de la muchacha.

-Está bien, Ayla -respondió.

Mientras la joven terminaba de recuperarse, continuó observando al joven a su lado. Los pardos ojos de este parecían observar algo mucho más allá de lo que ella podía ver, aparentemente, a pesar de estar en el medio de oscuros parajes y a la mitad de la noche. Sin embargo, algo le pareció extraño de repente, al observarle. No reconoció de buenas a primeras que era, pero algo se veía distinto en él. 

-Debemos continuar. El tiempo apremia.
-Está bien, vamos entonces. Ya me encuentro bien.

El asesino extendió una mano a la joven para ayudarla a levantarse. Mientras se ponía de pie, Arkhael sorpresivamente la tiró rápidamente hacia él, y con ella apoyada contra su pecho, se lanzó al suelo. Sin entender que ocurría, la joven cerró los ojos instintivamente por un instante; al abrirlos, observó un destello anaranjado pasar sobre ellos, perdiéndose en el horizonte. Al mismo tiempo, vio que los azules cabellos del asesino se encontraban desatados y la punta de algunos algo quemados, al igual que una de las puntas de la escarlata bufanda que vestía. 

-Como lo pensé -escucho Ayla, de una voz que no reconoció-. Ese no es un Manto de Dragheel, y tu lo sabías. Pero no entiendo, ¿por qué entonces mandaron a esta mujer? Y también, ¿por qué la estás protegiendo? A estas alturas ya debes de haberte dado cuenta tu también, Asesino.
-Ya me parecía sospechoso que un Mago elegido para cuadrillas de búsqueda de esta índole no supiera diferenciar un Manto de Dragheel de una imitación. Bajé la guardia demasiado pronto, al parecer. Esa bola de fuego era una marca, ¿no?
-Así es. Sabía que estaban ahí, y sabía que no dejarías que la bola los alcanzara. Seguir el rastro de mi esencia mágica fue algo sencillo. Y tu, al parecer, estabas demasiado ocupado velando por el cuidado de esta muchachita, como para darte cuenta de mi presencia. 

Ayla observó al misterioso atacante. Una flama azulina en sus manos revelaba un rostro que se le hizo familiar. Ishkaviel, el Mago que los había rastreado junto a una cuadrilla se encontraba frente a ellos. Con un gesto, la flama salió despedida hacia el cielo y explotó como un fuego de artificio.

-No pasará mucho tiempo antes que lleguen mis compañeros -dijo Ishkaviel-. Sin embargo, dudo que sea mucho lo que tengan que hacer, salvo escoltar a esta mujer de vuelta a Palacio. 
-Pareces muy seguro de ti mismo, hechicero. No me subestimes -replicó Arkhael. A su vez, comenzó a dar una serie de suaves pasos de un lado a otro, y su imagen comenzó a diluirse entre las sombras.
-Ese truco ya lo había visto, Asesino. No funcionará esta vez.

El mago, de verdes cabellos y larga barba, vestía una túnica de un color arena con dibujos azulinos. En sus brazos y su cuello, largas cadenas de brillantes piedras de diversos colores colgaban, enrolladas. Clavó frente a él un cetro coronado con una gran piedra púrpura, y los suelos se tornaron blandos y pantanosos a su alrededor; luego, extrajo dos piedras azules de cada una de sus muñecas y las empuñó en sus manos, al tiempo que murmuraba unas palabras. Las piedras se tornaron en dos flamas azules, que salieron despedidas dibujando una serie de círculos alrededor de Arkhael, Ayla e Ishkaviel, encerrándolos dentro de estos. La oscuridad de la noche se desvanecía ante las largas columnas de fuego que rodeaban el lugar, y la difusa imagen del asesino rápidamente volvió a tornarse clara.

-Observé tus trucos cuando te acercaste a la caravana en Sillium. Debo decir que me sorprendiste. Sin embargo, también me fue clara la forma de contrarrestarlo. Estás a mi merced, muchacho.
-Entonces vamos a tener que hacer esto a la manera antigua -respondió, y extrayendo rápidamente sus dagas, se abalanzó sobre el hechicero, aunque su velocidad disminuyó significativamente al pisar el pantanoso suelo alrededor del cetro..Este extrajo el objeto del suelo y bloqueó los golpes que el asesino lanzaba, al tiempo que conjuraba una nueva bola de fuego que se emanaba desde la piedra púrpura, y que Arkhael apenas y logró bloquear cuando fue lanzada hacia él. Ayla observó como el asesino era bombaredeado por diversas bolas de fuego, de distintos colores, que con gran agilidad lograba esquivar, pero que gradualmente se acercaban más y más a él. Finalmente, vió como este fue despedido largos metros hacia atrás tras bloquear una seguidilla de tres de estas, quedando a escasa distancia del primer muro de flamas azules que los rodeaba, y con algunas quemaduras evidentes en el rostro y sus ropas. 

-Maldición -murmuró el asesino- estoy perdiendo demasiado tiempo en esto. Si la cuadrilla llega, no habrá forma de que podamos escapar de aquí...

Ayla seguía observando fijamente a Arkhael. No conseguía aún recordar qué era lo que le parecía distinto en él, pero algo le molestaba. Le parecía ridículo estar pensando en algo así en un momento así, pero algo en su interior no dejaba de recordar esa diferencia que le parecía percibir.

-...creo que no me queda alternativa. -continuó, y comenzó a soltar los vendajes de sus brazos. 
-¡El tatuaje! -exclamó Ayla- ¡El tatuaje ya no está! ¡Y tus ojos son de diferente color!

El Asesino cerró los ojos. Los sueltos vendajes dejaban al desnudo sus brazos, mientras se enredaban en las dagas que aún sujetaba en sus manos. 

-¿Tatuaje? ¿De qué estás hablando? -respondió Ishkaviel mientras conjuraba nuevas flamas para continuar su ataque. De pronto, se detuvo en seco. Comenzó a sentir un sorpresivo frío en los alrededores, a pesar de los muros de fuego que los rodeaban. Ayla también comenzó a sentir mucho frío, y notó que podía observar el vapor salir de sus labios al respirar. Ambos dirigieron instintivamente la mirada hacia el joven asesino, que murmuraba suavemente algunas palabras.

"Dioses, Padres de los cuatro Grandes Elementos,
elementales Hijos, fruto de vuestra unión,
aquí y ahora invoco vuestra presencia.
Fuertes vientos, torrentosos caudales,
en nombre de la Princesa Blanca los conjuro yo..."

-No puede ser... ¿¡Una Sombra!? -exclamó Ishkaviel. Ayla notó que el hechicero retrocedió unos pasos, mientras conjuraba cada vez más frenéticamente nuevas bolas de fuego en sus manos y a su alrededor. Al mismo tiempo, los vendajes en los brazos de Arkhael se llenaban rápidamente de distintas runas, en un brillante color turquesa, hasta alcanzar sus dagas. En el brazo izquierdo, nuevamente un tatuaje tomaba lugar, en la medida que las runas se dibujaban a través de los vendajes. Era algo difícil de describir; parecía el cuerpo de un Skylar, un Dragón de cuatro pies, extensas alas, larga cola y cuya cabeza se caracterizaba por la "barba" que parecía tener. Sin embargo, en el tatuaje ni las alas, ni las patas, ni la cola eran visibles. Sólo el cuerpo y la cabeza. El Asesino empuñó una de sus dagas, y la alzó al cielo.

"Cristales eternos, dancen sobre el viento,
a este sitio les invoco yo;
¡y de blanco manto cubran suelo y aire,
así como todo cuanto a nuestro alrededor!

Arkhael abrió los ojos, y tanto Ayla como Ishkaviel observaron como su ojo izquierdo se tornaba de pardo a un celeste claro, casi blanquecino. Arrojó la daga amarrada al vendaje al suelo frente a él, y al momento de clavarse en este, una ventisca de nieve se desató desde el arma, cubriendo el suelo y apagando rápidamente los muros de fuego que les rodeaban, así como congelando el pantano frente al mago. Este, desesperado, comenzó a arrojar sus conjuros hacia el asesino, pero las flamas eran absorvidas por la ventisca y se desvanecían antes de, siquiera, llegar a pensar en acercarse a su objetivo. Quitándose una de las cadenas de sus muñecas, el hechicero conjuró una espiral de flamas que lo rodearon; sin embargo, la ventisca rápidamente congeló las piedras, que cayeron pesadamente al suelo. Viendo la inutilidad de sus conjuros, el mago comenzó a escapar.

-¡Lo lograste! ¡No sé cómo lo hiciste, pero estamos a salvo! -exclamó Ayla. Sin embargo, Arkhael aún continuaba concentrado en su conjuro. La chica observó como el otro ojo del asesino comenzaba a teñirse del mismo celeste blanquecino del otro. En el tatuaje, las alas del Skylar comenzaban a hacerse presentes.

"Lanzas guardianas, eternas guerreras, 
su presencia invoco acá;
¡al enemigo que atenta contra mi vida,
ajusticiad de inmediato, sin piedad!"

El joven alzó la daga sobre su cabeza, y dando un leve giro con el brazo la arrojó hacia el hechicero. Este, que sintió la esencia mágica en su espalda dio un giro, y arrojando tres piedras rojas, conjuró un muro de piedra en el que la daga quedó incrustada, cayendo al piso frente a él. Sonriendo victorioso de haber bloqueado el ataque del Asesino, y viendo que la ventisca comenzaba a amainar, el hechicero volvió a alzar su cetro y a prepararse para conjurar un nuevo hechizo. De reojo, sin embargo, observó la aterrorizada expresión de Ayla, mas era demasiado tarde para reaccionar. Sorpresivamente, sintió un intenso frío en sus muslos, muñecas y cuello, y no pudo moverse más. Con dificultad bajó la vista y observó como una serie de estacas de hielo se habían emanado desde la daga que antes había bloqueado y ahora habían atravesado sus piernas, brazos y cuello. El frío de las estacas adormecía sus músculos impidiéndole sentir dolor, a pesar que de estos la sangre emanaba como un manantial. Arkhael recogió su otra daga, se acercó al hechicero y le dió el golpe de gracia, tras el cual las estacas de hielo desaparecieron y lo dejaron caer, agonizante.

-S...S... S... Sombra... Pe....ro cómo... Ustedes fueron...
-No, no fuimos -sentenció Arkhael. La última puñalada había dejado una porción de veneno en el pecho del hechicero, que finalmente daba su último respiro. Dándole la espalda se dirigió hacia Ayla nuevamente. La mujer se encontraba sin habla.

-Ponte de pie -dijo él- debemos continuar nuestro rumbo. La cuadrilla no tardará en llegar y nuestra mejor oportunidad es escondernos en Hylia mientras la noche perdura. Tu irás adelante, yo iré cuidando nuestra huida.

La mujer se puso de pie y comenzó a correr en dirección a Hylia. Arkhael volvió a amarrar sus cabellos, y siguió los pasos de la chica. Unos kilómetros más allá, la cuadrilla se acercaba en dirección al lugar donde Ishkaviel yacía, sin saber con lo que se encontrarían.

sábado, abril 07, 2012

La Historia de una Sombra - Cáp. II

La noche cayó sobre la ciudad de Sillium. En los alrededores de la Fuente de la Vida, la Guardia de Palacio examinaba los cadáveres de la desafortunada caravana, y los llevaban a ser sometidos a autopsias y exámenes diversos. Asimismo, se extrajeron los tesoros que portaba el carruaje y aquellos que quedaron tirados en el suelo, entre los cuales podía apreciarse que algunos habían desaparecido. Algunos guardias inconscientes fueron llevados a tratamiento para luego ser interrogados sobre lo ocurrido, y se envió rápidamente un mensaje a la Casa Rheyke para señalarle lo acontecido. En Palacio, el furioso monarca sostenía una reunión de emergencia con su Comitiva Real.

- ¡Esto no puede estar pasando! -bufó- ¡La Casa Rheyke es uno de los sustentos esenciales de la economía Silliumena, y esta carnicería nos deja en PÉSIMOS términos ante ellos!
- Lo bueno es que entre los fallecidos no se encontraba el cuerpo de la señorita Rheyke -señaló el Ministro de Relaciones Exteriores, un jóven muchacho proveniente de una acomodada familia Silliumena. Su comentario sorprendió al resto de la comitiva, que observó cómo la furia de Su Majestad escalaba a niveles insostenibles.
- ¿Lo bueno? ¿¡LO BUENO!? ¿Pero tú eres estúpido? ¿¿¿CÓMO DEMONIOS VA A SER "LO BUENO"??? ¡¡¡Ahora algún sucio mercenario, o quizás algún clan de contrabandistas la tiene en su poder, y con ello, tendrá también a la familia Rhekye en sus manos!!! ¿¿Y si fue alguien de la ciudad de Ahlba, queriendo debilitar la confianza de los Rheyke en nosotros, ah?? ¿¿Se puede saber DÓNDE está "LO BUENO" de ello?? ¡¡Imbécil!! -bramó. El joven se quedó mudo, y agachó la mirada.
- Lo que dice el muchacho no deja de ser cierto, Su Majestad -señaló el Consejero Real, cargo considerado como la "mano derecha" del Rey- El que el cuerpo de la muchacha no se encontrara entre los fallecidos es una oportunidad. Al momento de registrarse el incidente, como Ud. sabrá, las alarmas fueron dadas en toda la ciudad, y cada posible salida (inclusive los alcantarillados) fueron fuertemente resguardados por guerreros y hechiceros. La única forma de escape posible habría sido aérea, pero dados los altos muros de la ciudad eso es humanamente imposible. El abductor de la Srta. Rheyke se encuentra aún en la ciudad, y aún tenemos posibilidades de encontrarlo antes de que esto pase a mayores.

El rostro del Rey comenzó a relajarse. Las arrugas propias del paso del tiempo sobre su persona, mezcladas con las cicatrices que acarreaba desde sus tiempos de General Comandante 1° del Ejército de Sillium comenzaban a desvanecerse y reordenarse, respectivamente. Era muy característico en él que, en sus momentos de furia, las arrugas sobrepoblaran su rostro, tornando difusas sus cicatrices, y en sus momentos de relajo dichas arrugas desaparecieran, tornándose sus cicatrices más uniformes y coloridas.

- Ese es un buen punto, Consejero. Quiero que se pongan a trabajar junto al Ministro de Materias Militares en enviar cuadrillas de Cazadores, Hechiceros y Guardias en busca del bastardo que asesinó a toda esa caravana y secuestró a la hija de Rheyke. El máximo cuidado debe ser puesto en su recuperación; pero una vez asegurado su bienestar, pueden hacer con el maldito lo que quieran -ordenó.
- Sí, Su Majestad -respondió el Consejero. La Comitiva Real se levantó y se retiró a sus respectivas labores. Rápidamente se formaron las cuadrillas pedidas por el Rey, y la ciudad fue puesta en estado de máxima alerta. Una vez resonaran las 12 campanadas del Gran Campanario, todo mercader o civil que se encontrara en las calles sería aprehendido de inmediato, sin derecho a queja. Las 12 campanadas eran el tiempo suficiente para que los ciudadanos volvieran a sus hogares o buscaran refugio en algún local o residencia cercana. Esto había causado innumerables arrestos de turistas extranjeros que no conocían dicha norma, mas también habían permitido la captura de diversos criminales en el pasado.

En otro sector de la ciudad, Arkhael se ocultaba entre algunos callejones distantes del sector del incidente. Gracias a los altos muros de la ciudad, las sombras que se producían en algunos callejones eran muy oscuras y pocos se arriesgaban a meterse en estos, salvo vagabundos, ladronzuelos y uno que otro borracho perdido, buscando dónde dormir sin ser molestado. Acomodando algunas bolsas y cajas, el Asesino construyó un lecho donde recostó a la desmayada mujer, para luego sentarse frente a ella. Su entrenamiento le había provisto de una excepcional visión nocturna, la cual le permitía aprovechar hasta el mínimo atisbo de luz para observar sus alrededores.

- ¡Estúpido! -dijo- ¿Para qué me traje a esta chica? Debí haberla matado inmediatamente. Es seguro que Palacio ahora nos debe estar buscando por todas partes. No podré salir de la ciudad con ella a cuestas, pero tampoco puedo dejarla por ahí, sabiendo que me ha visto y podría reconocerme. Creo que no me queda más alternativa que acabar con ella aquí mismo y escapar. 

Empuñando una daga, observó a la indefensa mujer. Por algún motivo que no comprendía, no fue capaz de continuar con su acción. 

- Demonios... ¡Que problemático se ha vuelto esto! Y yo que lo pensé como un trabajo sencillo. Me pregunto quienes serían los que atacaron la caravana. Al matón lo recuerdo claramente, estaba junto al hombre que me buscó para este trabajo pero ¿por qué quiso matarme?
- Pro...probablemente para... para que mi muerte y la de los otros quedara ráp... rápidamente establecida como un ataque Silliumeno -murmuró la joven, que oyó los pensamientos en voz alta del Asesino. Este de un salto se puso de pie y empuñó sus dagas, listo para callarla al más mínimo intento de grito o movimiento extraño.
- No te preocupes -continuó ella- no pretendo gritar. ¿En quién podría confiar? Esta ciudad se supone que era el lugar más seguro para realizar negocios, y tu mismo viste (y fuiste parte de) lo que pasó. Aún no entiendo por qué no me matas... ¿Abusarás de mi? Yo no opondré resistencia alguna... pero por favor, hazlo ya si es lo que pretendes hacer.

La desesperanza en sus palabras conmovió al asesino. Comúnmente, una víctima en esa situación luchaba, gritaba e inclusive intentaba batallar. Pero la entrega de esta mujer a un eventual fatídico destino, por un lado causaba compasión en él, a la vez que una ferviente rabia. ¿Cómo no va a luchar? ¿Cómo alguien de tan acomodada posición no va a aferrarse más a la vida, si lo ha tenido todo? ¿Que mierda está mal con esta mujer? ¿Es acaso que la vida de quienes lo tienen todo un infierno, muy distante a lo que comúnmente observamos y creemos? eran los pensamientos que cruzaban por la mente del muchacho. 

- No pretendo "abusar" de ti, tampoco matarte -respondió, volviendo a enfundar sus dagas-. La verdad, no sé qué haré contigo, ni por qué te saqué de ahí. Quizás debería dejarte aquí, ahora que ya estás despierta, pero el hecho de que me hayas visto me aproblema. 
- No voy a denunciarte -respondió ella-. No has hecho nada malo contra mí. Y no ganaría nada con hacerlo tampoco.

Arkhael no resistió. La parsimonia en las reacciones de ella, simplemente, lo sulfuró

- ¿¡¿Es que acaso no tienes sangre en tus venas?!? ¿¿Cómo rayos te puedes dar por vencido tan facilmen---le enrostró, levantándola cogida desde el manto y las ropas que portaba. Sin embargo, y para su sorpresa, al entrar en contacto con ella pudo notar que la joven estaba temblando, que de sus ojos las lágrimas no cesaban y que, en realidad, estaba aterrada. Un terror mezcla de impotencia, de miedo, de desilución. Lo mismo que antes viera en sus ojos, ahora podía sentirlo en su piel. Soltó sus ropas y retrocedió. La mujer comenzó a sollozar, mientras él la observaba, sin saber que hacer. De pronto, escuchó un leve sonido acercarse al callejón.

- ¡Shh! -le dijo, y se precipitó a la entrada del mismo. Acercándose rápidamente, dos Magos (cada uno con una esfera mágica de fuego en sus manos, iluminando el camino), dos Guerreros (espada en mano) y un Cazador (rastreando esencias y huellas) avanzaban en dirección al callejón. El Asesino, aprovechando las sombras, extrajo una bola de un material similar a la tierra, y la hizo rodar desde la entrada del callejón hacia lo más distante posible. La bola fue desmembrándose y desintegrándose en el camino, pero avanzando rápidamente en la dirección que fue arrojada. Una vez hecho esto, extrajo una botella con un transparente líquido, que comenzó a esparcir por el callejón hasta el lugar donde se encontraba la mujer, a quien se llevó más al fondo aún. Tapándole la boca y colocando una de sus dagas contra su cuello, observó cómo la entrada del callejón se iluminaba, producto de las esferas de fuego. Las voces de la cuadrilla hicieron eco entre los muros, por lo que se podían oír claramente a pesar de la distancia.

- El perfume de Lady Rheyke llega hasta aquí -señaló Fing, el Cazador- y la otra esencia se desvía en dirección al sur.
- ¿Sola? -preguntó Thamael, uno de los Guerreros- ¿Y Lady Rheyke? 
- Puede haberla matado -respondió Fing- La esencia humana se desvanece rápidamente una vez fallece la persona. Sin embargo, tampoco percibo aroma a sangre, ni esencia de muerte.
- Puede haberla asesinado con algún veneno y haber huido con su cadáver para arrojarlo lejos y ganar tiempo -mencionó uno de los Magos, Exelas- Es lo que yo habría hecho, al menos.
- No -sentenció el otro Mago, Ishkaviel- Aquí hay algo extraño.
- ¿A qué te refieres? -preguntó Collem, el otro Guerrero- Yo no percibo nada distinto de lo habitual
- Es sencillo. Lady Rheyke usa un perfume muy particular, de producción única de la Familia Rheyke. No sería sencillo para alguien conseguir esa esencia. Creo, además, que lo que ocurrió en la Fuente fue algo que no estaba planificado de esa forma. Las formas de morir de los Guardias fueron demasiado distintas.
- También me molestaba eso -comentó Fing- pero ahora que lo mencionas, me hace sentido. Lo mismo con el estado del carruaje; era demasiado limpio para ser una simple carnicería. Si estamos en lo correcto, lo más probable es que quien escapó con Lady Rheyke sea un Asesino. Y que este quiera despistarnos...
-...pero no tuvo como replicar el perfume de Lady Rheyke en su intento -continuó Ishkaviel-. 

- ¡Maldición! Debo pensar rápido, o estaré en problemas -pensó Arkhael. Extrajo otra pequeña botella de su cartuchera y comenzó a soplar hacia el cielo.

Ishkaviel se situó frente al callejón y, con su esfera de fuego frente a el, observó la impenetrable oscuridad que se situaba entre él y Arkhael. 

- Entonces, ¡Hagamos salir a la rata, o saquémosla carbonizada si no lo hace! -exclamó, y con un rápido gesto, arrojó la bola de fuego al interior. Arkhael y la muchacha observaban atónitos la situación; dada la forma del callejón, la única salida posible era por el frente, y si la bola los atrapaba, su explosión cubriría el espacio en flamas, impidiéndoles intentar huir inclusive. 
- ¡IDIOTA! -exclamó Exelas, y, tras murmurar algunas palabras, cinco flechas congeladas salieron disparadas rápidamente hacia la bola antes disparada, neutralizándola- ¿Y si Lady Rheyke está ahí? ¿¿La vas a carbonizar también??
- ¡Él tiene razón! -señaló Collem, sujetando al mago por la extendida muñeca- ¡Debemos ser precavidos!
- ¡Ustedes son los idiotas! -replicó Ishkaviel, soltándose del agarre del Guerrero- ¿Acaso no recuerdan que Lady Rheyke portaba un Manto de Dragheel? ¡Las fibras con las que el manto está confeccionado hacen a su portador inmune a las flamas! ¡Estamos perdiendo tiempo!

En la mano del mago, nuevamente las flamas comenzaban a condensarse creando una nueva bola de fuego. Se aprestaba a lanzarla, cuando una multitud de gatos desde el sur corrió hacia la entrada del callejón, sucios con un polvo púrpura. A su vez, una bandada de aves salió desde este, y aves y gatos comenzaron a revolotear entre ellos. Fing observó que entre las garras de uno de los animales se encontraba una cadena dorada enredada.

- Observen -señaló- este pájaro tiene una de las cadenas del tesoro Rheyke. 
- ¿Y qué con eso? -respondió Ishkaviel, con el hechizo ya listo.
- Estos animales se estuvieron persiguiendo entre ellos -dijo Fing- El polvillo morado es barro de los alrededores de la Fuente.
- ¡O sea, que estos pajarracos se robaron las cadenas y el resto sólo iba detrás de su cena! -bramó Thamael- ¡Y hemos estado persiguiendo a un grupo de animales estúpidos todo este tiempo! 
- Eso parece -respondió Fing-. Una vez que los pájaros huyeron hacia los cielos es imposible seguir la pista de la esencia. Y los felinos, por lo que observo, simplemente siguieron su recorrido.
- ¿Y por qué el polvo de barro? - señaló Ishkaviel
- Es evidente -replicó Exelas- Estaban en la fuente tratando de sacar peces azulinos. 
- Sea lo que sea, esto ha sido una pérdida de tiempo -suspiró Collem- Volvamos al punto de inicio e investiguemos otro sector.

Ishkaviel no quedó del todo conforme. La cuadrilla comenzó a emprender su retorno, y el mago siguió observando el callejón. Arkhael lo observaba fijamente a los ojos, sin emitir sonido alguno. Cuando sus compañeros se alejaron, el mago conjuró una pequeña bola de fuego que arrojó hacia los gatos y las aves frente al callejón, que rápidamente se dispersaron. Dio media vuelta y se fue rumbo a sus compañeros, mientras la bola de fuego atravesaba el callejón. Corriendo hacia ella, Arkhael desenvainó sus dagas y con una serie de rápidos cortes pudo apagar la enemiga flama. 

- Eso estuvo demasiado cerca -suspiró- Si hubiera detenido la primera bola de fuego, habrían sabido que estábamos aquí dentro. Afortunadamente aún me quedaba Esencia de los Pantanos, tan atractiva para los animales de esta zona. Pero es seguro que vuelvan otros por aquí y el truco no funcionará dos veces. 
- ¿Qué harás entonces? -preguntó la mujer.
- No puedo arriesgarme a dejarte acá -replicó Arkhael- Ahora qué sé que portas un manto de Dragheel, me eres más útil aún. Claro está, si yo portara el manto atraería demasiada atención de fuera, por lo que tendrás que ser mi escudo humano hasta que logre alejarme lo suficiente de esta ciudad y que las cosas se calmen. Las ciudades vecinas aún deben ser ignorantes de lo que aquí ocurrió, por lo que la estrategia más segura será escapar a la ciudad costera de Hylia. 
- Pero las entradas están protegidas y resguardadas... 
- No saldremos por la entrada -sonrió el Asesino- Que esta cuadrilla haya desechado esta zona nos dará suficiente tiempo para escapar escalando los muros. La luna de hoy también favorece la oscuridad, por lo que no seremos vistos. Lo siento, pero no tienes más opción que venir conmigo.

Arkhael trepó rápidamente por los muros del callejón y observó el lugar. Recogiendo algunas cuerdas utilizadas en las cercanías, más algunas basuras y otros que podían ser utilizados como cuerdas, subió a la mujer hasta los techos y luego bajó con ella fuera de la ciudad. Sin embargo, algo le molestaba.

- Esta mujer, sin duda alguna, lleva un manto de gran valor -pensó- pero no hay forma que sea un Manto de Dragheel. Los pocos que aún existen están fuertemente resguardados por su valor militar, y ni siquiera el poder económico de la Familia Rheyke podría asirse de uno de ellos. Sólo los Líderes del Gremio de los Asesinos y de los Magos, así como los que pertenecimos a la Órden de los Oscuros conocemos el paradero de estos Mantos y su desaparición. ¿Cómo pudo entonces ese mago exponerse a la situación de efectivamente asesinar a esta mujer? Ese tipo sabe más de lo que aparenta.

Con la luna situándose sobre Sillium, Arkhael y la mujer Rheyke emprendieron camino hacia la ciudad porteña de Hylia.

jueves, abril 05, 2012

La Historia de una Sombra - Cáp. I

Faltaba poco para el atardecer. En las calles, y sobre los adoquines, los comerciantes intentaban vender sus mercancías restantes antes de cerrar la jornada. La ciudad de Sillium se caracterizaba por ser una ciudad de gran comercio y atraer a viajeros y mercaderes de todos los rincones del continente. Su arquitectura clásica, mezcla de piedra con ladrillo, habían mantenido sus construcciones sin cambios a lo largo de las décadas, pareciendo a ratos una ciudad "perdida en el tiempo", considerando las inclemencias naturales que habían arrasado con las ciudades vecinas que lentamente se habían vuelto a levantar, mientras que Sillium seguía "sin rasguño alguno".

Por la avenida principal una larga caravana, seguida por un refinado carruaje, se abrían paso tras haber realizado diversas negociaciones. Las cortinas que cubrían las ventanas de la caravana no permitían ver a quienes se encontraban dentro de esta. Tampoco era posible verlos realizando las compras pues quienes negociaban eran los sirvientes que acompañaban la caravana, pero estos eran asesorados y ordenados por los miembros de la familia Rheyke desde el interior de la misma. La identidad de los miembros de esta familia se había reservado férreamente a lo largo de los últimos años, pues habían sido objeto de variados intentos de asesinato, por parte de otras familias mercantes celosas de su patrimonio y su capacidad para negociar.

En la entrada de los callejones, justo al costado de un negocio de frutas, un esbelto joven se apoyaba sobre el muro. Sus largos y trenzados cabellos azulados se mezclaban con un oscuro y también largo pañuelo carmesí, que asemejaba a ratos una bufanda, cayendo largamente tras su espalda y cubriendo la mitad de su rostro, solamente dejando a la vista sus ojos, uno azul y el otro pardo. Su ropaje, de un púrpura claro, bien ceñido a su figura, dejaba entrever las placas de metal que se encontraban tras los ajustados géneros en forma de vendajes, aunque algo rasgados e inclusive gastados.. Sus brazos sólo eran cubiertos por unos vendajes en los bíceps, y por unos guantes púrpura, tan ceñidos como el ropaje. Destacaba en su brazo izquierdo un tatuaje, que si bien se encontraba cubierto por el vendaje, dejaba entrever una figura con una larga y puntuda cola. En sus piernas, Arkhael vestía unas negras calzas, y acompañadas de unas botas púrpura como su vestir, que le cubrían hasta las canillas, las cuales eran también protegidas por láminas metálicas ocultas en el calzado. En su cinto y hacia su espalda, dos afiladas dagas envainadas descansaban, y en sus flancos, dos pequeñas cartucheras parecían estar llenas o de monedas o de algo más. El hombre observaba desde su lugar el paso de las caravanas, mientras silbaba una suave tonada.

El sol comenzó a descender. Tras pasar por detrás del Gran Campanario, al norte de la ciudad, la sombra proyectada por este marcaría la última media hora cual reloj de sol gigante, antes de la caída de la noche. En este proceso, la sombra recorría la mitad sur de la ciudad, gradualmente, comenzando su ensombrecimiento en Palacio, continuando en la Gran Avenida Mercantil, y terminando en la Fuente de la Vida. Dicho espectáculo era gratamente esperado a diario por todos los Silliumenos, pues simbolizaba el término de otra productiva jornada y el momento en que el mundo llamaba al descanso, para la jornada por venir.Palacio hacía encender las luces de sus jardines y de la fachada del castillo, mientras la caravana de la familia Rheyke comenzaba a dar la vuelta hacia la Fuente. 

Desde el segundo piso de la Residencial Central, un hombre observaba a la caravana avanzar. No perdía detalle alguno de los movimientos de los sirvientes y del conductor del carruaje. Observaba claramente a la decena de guardias que caminaban frente y tras el carruaje (cuatro al frente, cuatro atrás, y uno al costado de cada puerta), y a los dos Asesinos que acompañaban al conductor. La familia Rheyke no escatimaba en gastos a la hora de protegerse, y esto hasta ahora les había permitido continuar con vida. 

Hasta ahora.

Cuando la sombra del Gran Campanario se situó sobre la Avenida, Arkhael se mezcló entre las sombras y rápidamente se tornó "invisible". Mezclado entre la muchedumbre, con pisadas que no resonaban en los suelos, y con una agilidad propia de quien sigue los caminos de la muerte, raudamente se fue aproximando a la caravana. Había estudiado metódicamente los tiempos y lugares por los que tendría que pasar la caravana, y había identificado un punto ciego en que la Guardia Real no tenía visibilidad del paso de esta, y en que su presencia tampoco podría ser percibida. En ese instante, tendría la oportunidad de acabar con los guardias que protegían la caravana en su retaguardia y acabar con uno de los asesinos, mientras la sorpresa del momento confundía a los otros guardias y al otro asesino. En ese mismo lapso de tiempo, podría escabullirse dentro de la caravana, asesinar a los Rheyke, y dejar sólo a uno que ahuyentara al resto de los guardias del lugar, con una falsa pista.

-No es nada personal, Rheyks -pensó- pero para esto me pagaron. Además, ya tantos años de vida tampoco les quedan. Al menos ayudarán a un ciudadano a subsistir con su partida. Prometo hacerlo rápido e indoloro.

Pero no era el único que había estudiado la zona. El hombre desde la ventana se cubría con un encapuchado y largo manto, para luego bajar raudamente por las escalas hasta el frontis de la Residencial. Justo en el minuto en que salía, una sombra -Arkhael- pasaba frente a él, sin reparar en el misterioso personaje. El hombre comenzó a hacer juegos con una de las lámparas de la calle, haciendo parpadear la luz de esta, y Arkhael finalmente se apegaba tras la sombra de la caravana.

- Me corre un frio por la espalda... -comentó uno de los guardias
- Pensaba en lo mismo. Lo bueno es que ya estamos por salir -replicaba otro.
- Si hubiera sabido que estos burguesitos iban a ser una tarea tan peligrosa, me quedaba trabajando en el circo... ¡Los Dragones de pantano son menos peligrosos que cuidar a estos! -exclamó otro más. Sus compañeros reían.
- .....! - La respuesta del 4to guardia se vió súbitamente silenciada antes de iniciarse. Arkhael extrajo una aguja envenenada de una de sus cartucheras y la clavó en el cuello del guardia, directo en la arteria. El veneno tuvo un efecto paralizante inmediato, y el cuerpo del asaltado era dejado en el piso, silenciosamente. La sombra del Gran Campanario comenzaba a situarse tras la caravana, y el bulto quedaría cubierto por la oscuridad antes que alguien pudiera notarlo. Rápidamente dio un paso hacia el costado, y extrayendo una de sus dagas, cubrió fuertemente la boca del guardia del otro extremo, para luego cortar el reverso de sus rodillas, hacerlo caer a piso y luego noquearlo con un fuerte golpe a la nuca. 

- ¿Compañero, me pasas la cantimplora? Muero de sed -dijo uno de los guardias restantes. Al notar que no hubo respuesta, volvió a preguntar: ¿Compañero?

Fueron menos de dos segundos los que transcurrieron entre que el guardia giró la mirada al costado buscando a su compañero, y que (tanto él como el guardia restante) sintieran sus gargantas enmudecidas por el doloroso frío de las dagas de Arkhael, seguido de un ardor que entumecía sus cuerpos y que, finalmente, tornaba todo borroso, hasta finalmente acallarse sonidos, olores, sensaciones. Arkhael sostenía los cuerpos de ambos y, lentamente, los dejaba en el piso. A pesar de su delgada y ágil figura, el muchacho tenía una gran fuerza, la necesaria para su profesión.

-Listo, sólo faltan el guardia de la puerta y el mercenario, y estará todo list---

Arkhael vió una sombra aparecer repentinamente frente a él. Dada la velocidad con la que se movían debió saltar para evadirla, y ahí notó que la sombra era el guardia restante.

- ¿Pero qué...? -exclamó.

Un fuerte alarido se oyó desde el frente, y la caravana se detuvo en seco. El asesino cercano a Arkhael se bajaba del carruaje, dando la espalda a Arkhael, y se dirigía rápidamente hacia donde se había oído el alarido. "No sé que rayos estará pasando aquí" -pensó- "pero voy a aprovechar la oportunidad". Raudamente se acercó a la puerta lateral del carruaje mientras los alaridos, los gritos de dolor y el olor a sangre se intensificaban, y finalmente las alarmas de Palacio se hacían sonar. 

-Mierda -exclamó- debo apresurarme.

Rápidamente se metió al carruaje, daga en mano. Para su sorpresa, sólo había una persona dentro del mismo, también cubierta de un manto y una capucha, con el escudo de la familia Rheyke bordado en el pecho. Arkhael se preparó a asestar su golpe y tomar el bordado como recompensa, cuando notó que había otra presencia en el carro. Apenas logrando evadir el sorpresivo ataque, observó como un hacha se clavaba en el asiento a su lado. Una mezcla de dientes dorados y amarillentos, un aliento a alcohol y una carcajada se abrían paso en la poca luz que aún llegaba al carruaje. 

- Te estaba esperando, Asesino.
- ¿Tú? Le dije a tu jefe que el trabajo estaría listo esta noche, ¿qué demonios haces aquí?
- Eres muy estúpido, ¿no? o ¿no entendiste que parte del trabajo, es que TU TAMBIÉN TE MURIERAS?

El hacha nuevamente se levantó, y Arkhael logró evadirla apegándose al piso, mientras su rival la agitaba de lado a lado, quedando esta vez clavada en la puerta. Sacando su otra daga, lanzó una estocada mortal a su rival, la que fue bloqueada por el metálico guante que este portaba, haciendo que algunas chispas salieran producto del impacto. La figura Rheyke se mantenía estática en un rincón paralizada del miedo, temerosa por su vida. Nuevamente, el hacha se desclavaba de la puerta y nuevamente se lanzaba en busca de la sangre de su objetivo, quien nuevamente conseguía evadirla, pero sintiendo cómo el aire se cortaba tras el paso de la misma. Afuera, el sonido de las pesadas botas metálicas de la Guardia de Palacio comenzaban a resonar entre las calles que llevaban hacia la Fuente de la Vida. Arkhael sabía que enfrentarse a la Guardia sería una tarea demasiado difícil, considerando la situación en la que se encontraba, por lo que la única alternativa que tenía era terminar el combate luego, o escapar de ahí a la brevedad. Antes que nuevamente se lanzara contra él, el asesino se quitó su pañuelo y lo arrojó a su adversario, el cual lo atajó con su mano libre. Arkhael lanzó una estocada que fue fácilmente evadida por este, quien luego le asestó un puñetazo que arrojó al asesino de vuelta al asiento.

-¿Pensaste que un truco tan básico te iba a funcionar conmigo? ¡IDIOTA! ¡MUER--!

Arkhael sonrió. Para sorpresa de su enemigo, su hacha ya no poseía la hoja, y ahora era sólo un pedazo de madera inútil. En algún momento que él jamás comprendería, Arkhael había cortado la madera mientras recibía el puñetazo antes dado por él. Y esos segundos de sorpresa bastaron para que la envenenada daga se infiltrara en 5 puntos vitales y acabara con la vida del desgraciado. El asesino recogió su pañuelo y rápidamente lo vistió nuevamente, a la par que envainó sus dagas y se aprestó a extraer otra de sus envenenadas agujas para terminar la labor.

- Lo siento -dijo- no es nada personal. Ahora y tras lo ocurrido en realidad no quisiera matarte, pero has visto mi rostro, y eso no lo puedo permitir. 

Por uno de los quebrados vidrios del carruaje, entró una fuerte ventolera que descubrió la capucha que cubría el rostro del paralizado Rheyke. Para sorpresa de Arkhael, su objetivo era una mujer, de azules ojos, oscuros cabellos ondulados y piel trigueña, de no más de 18 a 20 años, muy distante de algún viejo aristócrata o algún despiadado hombre de negocios como él esperaba. En sus ojos, el asesino observó el temor a la muerte, en su más pura esencia. Había visto esa mirada tantas veces, pero algo había distinto. Por primera vez, no veía ojos sanguinarios, o teñidos de corrupción, o de maldad, o de engaño. Por primera vez veía solamente una mirada transparente como agua. Como de alguien que no conocía lo que eran los bajos mundos o los negros mercados donde él era contratado. 

Y titubeó. La mujer tampoco gritó ni intentó hacer nada, y -quizás presa del pánico- se desmayó. Las pisadas y las lanzas de la Guardia estaban ya a punto de alcanzarlos. Arkhael recordó las palabras dichas por su ahora fallecido rival, y temió que alguna otra emboscada lo esperase fuera, por lo que decidió llevarse a la mujer como una suerte de "seguro de vida". Saliendo del carruaje y con ella en brazos, se escabulló nuevamente entre las sombras y desapareció entre los callejones, mientras la Guardia llegaba a constatar la matanza de la que había sido víctima la caravana.